Todo era calma y tranquilidad, corazones y flores cayendo del cielo. Típica película romántica de Disney u otra compañía filmográfica extranjera. Me sentía saltando de amor en prados floridos y sin polen, para no morir de alergia. Eran las vacaciones perfectas: llenas de lluvia- porque fueron en el sur- y todo era pegajosamente idílico. Llegaba a dar diabetes tanta dulzura. Pero ustedes ya saben que nada es perfecto ni dura para siempre, así es que mi historia empieza aquí.
Era una fría noche de julio y llovía casi torrencialmente. Durante la madrugada, mientras dormíamos, me desperté porque el celular de mi amado pololo vibró: le había llegado un mensaje. No lo tomé en cuenta, ya que pensé que era un WhatsApp de algún amigo carretero que se sentía solito. Seguí durmiendo. Pero al despertar por la mañana- llámese 11:30am- mi guerra interior con Troya estaba por comenzar. Me levanté mientras él fue al baño y quise llamar a mis papás. Cómo mi celular no tenía minutos, tomé el de él y lo desbloqueé. Tenía muchos mensajes por WhatsApp. Los vi sólo por copuchenta, y ahí estaba el cuerpo del delito. En la pestaña de las notificaciones había un mensaje de Facebook ni más ni menos que de la ex.
Soy celosa y lo admito, porque no saco nada con negarlo. Si lo hago, vendrán miles de personas a golpearme con mis celos en la cara. Y si hay algo en esta vida que me dan unas ganas incontrolables de sacar el mafioso/sicario/descuartizador/Jason italiano que vive dentro de mí, son los mensajitos de la ex. No porque crea que ella sea una competencia para mí- no lo es, para nada-, sino porque cuando empecé mi idílica relación, ella se encargó de dejarme como chaleco de mono aún sin conocerme ni la punta de la nariz.
Le mandaba mensajitos a mi reciente conquista para preguntarle dónde estaba, con quién y que apostaba su vida a que estaba conmigo, la negra- ella es rubia de ojos azules, pero yo no soy negra poh - la fea palabra que empieza con "ma" (y que también es un instrumento musical), además de muchos adjetivos 'descalificativos'. Entonces, ¿cómo querer o soportar a una persona que te agrede sin conocerte? En fin, según yo, ese estorbo en mi vida amorosa había desaparecido después de un último mensaje en el que la despechada quiso juntarse con mi amado para "conversar". Él no contestó y desde ahí nunca más molestó... hasta ahora.
Al ver este famoso mensaje de unas 5 líneas, yo me hice una película mejor que las de Steven Spielberg o Woody Allen. Creo que hasta Godzilla apareció entremedio (era yo). Además, en el texto en cuestión - en el que relataba que pasó por su casa y recordó cosas a las 2 de la mañana- simplemente obvió mi existencia.
Claramente me enojé, porque no sé controlar mis impulsos. A la vez, él se molestó porque reviso sus cosas y según él, no tiene idea de por qué le escribió. La última conversa que tuvieron data de más de un año y luego de eso, nada. No me quedó más que creer en el hombre, pero eso no quitó mi enojo.
Las vacaciones pasaron, ya no seguimos siendo tan amorosamente diabéticos, pero sí nos queremos algo. Le pregunté el otro día por el famoso mensaje y me dijo que hasta se le había olvidado. Obvio que no respondió; no tenía por qué hacerlo, pero a mi me quedó el 'bichito' de la duda y las incontrolables ganas psicopáticas-celosas-maquiavélicas de hacerla desaparecer del planeta.
Háblenme de inseguridades, miedos, dejar a la ex en el pasado y pasar la página. Pero pónganse en mi lugar: ¿qué hacen si la señorita no se ubica y aún teniendo una relación le da por venir a recordar cosas? ¡Y que la existencia de ustedes le importe un pepino! Yo amo a mi pololo, pero hay ciertas cosas que no puedo dejar pasar y ésta es una de ellas. Mi receta es conversar y tratar de convencer al otro de que estas cosas realmente molestan, pero ustedes...
... ¿Qué harían en mi lugar?
Imagen CC:The Advocacy Project