Lindas palabras salen de nuestras bocas en el que quizás es uno de los momentos más importantes en la vida de la mujer. Los votos matrimoniales son el compromiso ante Dios, la ley y los hombres, de amarnos toda la vida, en la salud y la enfermedad, pero ¿es en verdad fácil de cumplir?
Hace algunos años conocí una mujer que luego de la trágica perdida de su hijo, entró en una terrible depresión. Ella no logró recuperase y la pena terminó por dividir su matrimonio. Cada vez que recordaba la historia culpaba tácitamente al marido por cómo sobrellevó el problema. Ambos se amaban y, bajo mis ideales, el amor todo lo puede, todo lo sufre, todo lo soporta. Siempre pensé que en momentos difíciles la pareja se hacía fuerte; que la comprensión, la paciencia y la bondad eran más visibles que en otros momentos. Pero en verdad, por más que creamos que eso es cierto, cuesta y hay que vivirlo para comprobar si somos capaces de cumplir con la promesa: en la salud y en la enfermedad.
Mientras más amamos, más sufrimos. Es inevitable esta realidad: nos sentimos parte del otro y cuando llora, lloramos; cuando lo vemos triste, nos sentimos parte de su pena y si está enfermo… no, ahí no podemos enfermarnos con él; debemos ser fuertes, anímicamente estables y empáticos, pero también creativos en las opciones, y mostrarnos bien. Las mujeres somos resistentes a ciertas cosas, estamos acostumbradas a lidiar con las emociones, los problemas y las experiencias donde debemos hacer lo que es debido, pero a los hombres les cuesta un poco más afrontar estas cosas. A veces, canalizan su tristeza en el silencio y su frustración por medio de la rabia. Así, nos encontramos con hombres que no saben qué hacer al vernos con fiebre, desmayadas o llorando en un rincón por no mostrar que ya no soportamos el dolor. Para nadie es agradable ver sufrir a quien ama y mucho peor cuando no sabes cómo ayudarle.
Mi estado actual me ha permitido ver que para quienes nos aman es absolutamente difícil vernos mal. Es complicado no saber qué hacer, o cómo actuar, reemplazándonos muchas veces en las tareas del hogar o en trámites a los que nosotras somos más cercanas. Y es más difícil aún dar reportes de no mejoría frente a lo que acontece. Es tan fácil reprochar la falta de tino o compromiso en estas circunstancias, que me he permito ver las cosas desde el otro lado antes de increpar a mi marido o pedirle algo. Ahora entiendo que parte de él también está algo enfermo al verme así. Entiendo que no ande feliz, ni lleno de ganas. Me ama. Y siente lo que yo; tampoco sabe qué hacer con esto. Ahora sé que debo apoyarlo en la tarea de verme bien, porque también deseo que él lo esté. Entiendo que no por haberlo prometido será fácil y que ambos hicimos el compromiso para ser felices y mejorarnos juntos.
Aún creo que el amor todo lo puede. Yo espero que el nuestro siga pudiendo. Y también deseo que aquello que tú sientes por otro, pueda soportar lo que sea que se venga y que siempre recuerdes que todo lo que te ocurre repercute en él, por eso salir adelante es tarea de ambos.
Imagen CC: Jaime Salazar