En esta era de mujeres empoderadas se nos ha pasado la vergüenza de hablar de sexo, abusos y hasta abortos, pero el tema que pasó al rincón de lo oscuro resultó siendo el del despecho. Que te rompan el corazón es cosa que sólo hablamos en privado, y ni eso. Incluso al contarle a las amigas una se guarda la peor parte, para esconder el ego herido.
La mujer despechada es tema de películas cliché, cosa de tipas básicas en general. Una que es fuerte y regia hace como que no le pasa y si le pasa no le afecta.
Se supone, o así nos han dicho, que después de unos días en la cama comiendo helado, llorando en pijamas y escuchando Adele en repeat, una sale del trance. De ahí entonces toca la tradicional borrachera, quizás el agarrón con un extraño y listo, se te pasó todo y sigue la vida.
Las mujeres empoderadas matamos el dolor de raíz, porque somos mucho como para sentirlo. Para qué perder tiempo en patanes que no lo merecen. Así como los machos - machotes que se supone no sienten nada, nosotras también tenemos que vivir con nuestro mal de amores escondido.
Pues siento que es hora de levantarse y salir del clóset, admitir que el duelo sentimental existe, ha estado ahí siempre y no se va a ir tampoco.
Hoy día el que te lastimen es vergonzoso, pero no para el que hiere, sino para quien lo recibe. Es cosa que no se comenta, porque el “orgullo” y el “amor propio” no nos lo permiten. Una vez más la que debe de sentirse fatal es la víctima, ya que se asume que algo tuviste que haber hecho mal para enamorarte de un(a) desgraciado(a) así y las mujeres inteligentes no hacen esas cosas.
Pues, disculpen, pero tonta no me siento y bastante que me ha pasado. A mí sí me han hecho daño y me han dejado en el piso, con el corazón amoratado. No me queda ni una duda de que a ti también te lo han hecho.
¿Y por qué tiene que ser una la humillada? Así como poco a poco hemos ido retomando el control de nuestras vidas y decisiones, va siendo hora también de que recobremos el control de nuestras emociones y en especial, de nuestro dolor.
Cuántas veces imaginé esos escenarios en que varios hombres y una que otra mala amiga aparecían arrepentidos, dándome la oportunidad para sacar a mi loca de teleserie interna y gritar, lanzar golpes, mandar a la mierda. Todo para terminar ahogando la rabia, las palabras y el dolor como si no fueran parte de una, incluso cuando todas sabemos que por más profundo que los entierres, siempre encuentran cómo salir.
Ahora escribo esto como un llamado a romper el silencio:
Que te destrocen el corazón es también una forma de violencia y por lo mismo, es parte de ti. Merece tanto reconocimiento como todo lo demás que te hace quien eres. Lo que se rompe se repara y parte del proceso es aceptar lo que ocurrió.
Las mujeres modernas y empoderadas alzamos la voz ante lo que nos hace daño, porque sabemos que al final, es el romper el silencio de todo lo que significa ser mujer; aquello por lo que tanto hemos luchado. Pero que te destrocen el corazón es también parte de la vida, así es que seamos realmente fuertes y lloremos cuando sintamos ganas, sin ninguna vergüenza. ¡Total! ya sabemos que quien nos lastimó seguro no sintió nada al hacerlo.
Imagen CC Helga Weber