No sólo el calor o la vergüenza suelen enrojecer nuestro rostro: en ocasiones, ese exagerado rubor tiene su origen en una patología conocida como rosácea.
Según la doctora Elsa Viteri, dermatóloga de Clínica Bicentenario, esta una enfermedad inflamatoria crónica que afecta principalmente a la cara, especialmente la zona de la frente, mejillas, nariz y mentón. Se caracteriza por episodios de exacerbaciones, con enrojecimiento, pápulo-pústulas (espinillas) y telangiectasias (es decir, cuando se notan mucho nuestras venas).
Como en cualquier enfermedad que afecta al rostro, también repercute profundamente en la calidad de vida, provocando sentimientos de vergüenza, disminución de la autoestima, dificultades laborales, ansiedad e incluso depresión.
Aún no está clara su causa, pero se piensa que existe un componente genético y varios factores ambientales (irritantes, cambios de temperatura, luz solar o microorganismos) así como también el estrés psicológico la puede gatillar.
Afecta principalmente a mujeres mayores de 30 años. Por lo general, los primeros indicios de rosácea surgen alrededor de los 25 y se manifiestan a través de rubores temporales en la zona central del rostro. Esto ocurre porque los vasos sanguíneos aumentan en cantidad y se dilatan con un diámetro mayor al normal. Como consecuencia, llega más sangre a la cara y esta adquiere un tono rojo y un aspecto inflamado.
Los hombres también puede padecer rosácea, pero es menos frecuente. Esta enfermedad es mucho más común en pieles blancas, con daño solar crónico.
En cuadros severos, la inflamación puede incluso manifestarse a través de infección ocular, con presencia de lesiones vasculares e irritación. Una de las sintomatologías más avanzadas de la rosácea es la rinofima o engrosamiento de la nariz, que se produce por una deformación de la glándula sebácea.
El tratamiento debe iniciarse lo antes posible, de lo contrario tiende a ser progresivo el cuadro. Es decir, va aumentando y el pronóstico es peor si se hace en fases avanzadas. Resulta fundamental evitar los factores detonantes, tales como: ambientes en extremo calefaccionados, cambio bruscos de temperatura, duchas muy calientes, alimentos demasiado condimentados (ají), medicamentos y bebidas (alcohol) que provoquen vasodilatación.
También se recomienda el uso diario de protector UVA/UVB para prevenir el daño solar crónico. “La piel con rosácea es muy sensible, por lo que la higiene debe hacerse con limpiadores no irritantes, evitando el uso de sustancias abrasivas que provoquen mayor irritación o resequedad”, señala la especialista.
El uso de medicamentos dependerá del tratamiento prescrito, pero los geles y cremas a base de metronidazol suelen ser usados en forma local y los antibióticos orales de tetraciclina o sus derivados en casos más severos. También existen terapias complementarias - como el láser o la electrocirugía -, para tratar las telangiectasias.
Antes de comenzar a aplicarse cremas o intentar tratamientos por cuenta propia, es importante consultar a su médico de confianza, antes de que este delicado problema empeore.
Imagen CC Rácor