Iba caminado por la calle como si fuera la pasarela más exclusiva del país. Frente en alto, mentón hacía arriba, vista puesta al frente, mi objetivo ser la más regia, cuando en eso una baldosa que se había levantado, interfiere mi paso. Mi rodilla se flecta y casi - si no es porque apoyo las manos -, me caigo de boca al suelo. Los improperios se me salieron y hasta ese minuto me duró el glamour. Me paré muy digna, me sacudí las manos y seguir caminando a pesar del dolor que me quedó en la pierna producto del brusco tropezón. Ojalá nadie me haya visto.
Aunque es mucho peor, cuando vas caminado y a lo lejos divisas un chico muy guapo, que te sigue con la mirada y justo el escalón se te cruza y tú “chuta, qué plancha”. Piensas que posiblemente él creerá que eres una tonta porque te pasa esto, pero al final te conformas con que en cinco minutos se le habrá olvidado tu cara, pero le contará a sus amigos sobre la mina que se tropezó en la escalera del metro.
Quizás mi problema es que tengo piernas de lana y me tropiezo muy fácil. No uso cordones en mis zapatos, ni zapatillas por lo mismo. De chica ya me caí mucho por culpa de ellos y hoy los evito. Pero la peor plancha la pase cuando iba formal, con medias y tropecé: esa vez la rodilla sí tocó el suelo, pero mas allá de eso se rompieron mis panties y mi piel. Trágame tierra: panties rotas y rodilla herida. ¿Dónde estaban las medias de repuesto que me dijo mi mamá que llevara en la cartera? Yo y un hoyo, donde me entraba frío.
También una vez me tropecé un día de lluvia y mi pantalón se manchó con barro, por lo que era demasiado notorio que me había tropezado. No obstante, igual recibí la pregunta insidiosa: "¿qué te paso, te caíste?" Y no, la verdad es que quería estar más cerca del suelo y tonificar mi piel con barro.
Lo que aprendo de estas situaciones es a reírme de mí misma. Siempre sigo caminado y cuando veo a otras mujeres pasar por lo mismo, a veces las ayudo y otras me sonrió y pienso que yo también me vi así.
¿Y a ti te ha pasado?
Imagen CC jlmaral