Creo que esta situación es más típica de lo que creemos. Todas siempre, en base a la experiencia o a lo que hemos escuchado, hemos sido capaces de aconsejar a alguna amiga aproblemada, siendo nuestras recomendaciones bastante acertadas.
Desde chica mis amigas me contaban sus cosas tanto amorosas y familiares y yo trataba de decirles lo que creía correcto para ellas y resulta que mis opiniones resultaban ser buenos consejos. Luego me convertí en una profesional del consejo y una especie de psicóloga ambulante. Pero cuando yo tenía los mismos problemas era incapaz de poder poner mi cabeza en frío y aplicar mi prédica sobre el bien común y buen vivir.
Empezaré por aquí. Hace unos días atrás un muy buen amigo me escribió por WhatsApp para contarme que se había enojado con su polola. Le pregunté que le había pasado y empezó la terapia. La polola estaba enojada por celos fundados y le dije que empezara por pedirle perdón, porque después de todo ella tenía razón de estar enojada, que dejara de ser tan coqueto y cortara el jueguito con la chiquilla en cuestión, quien además era amiga de su mina.
Por otro lado, que le hiciera entender a la doña que no todas sus amigas eran yeguas sin corazón, rompehogares que sólo buscan quitarle a su príncipe azul. Obvio que me estaba defendiendo, porque no tenía ganas de dejar de ser la amiga-terapeuta del coqueto y además yo tengo a mi propio príncipe azul.
Al final, luego de un día de peleas con su polola y consejos míos, resultó que llegó a un consenso con ella y juró solemnemente no volver a coquetear, cortando relaciones con todas las mujeres que a su polola le causaran celos…entre las cuales caí yo. Pero esa será otra historia.
Pasados los días me di cuenta que, aparte de extrañar al amigo coqueto, yo le hacía los mismos shows a mi amado y él también por su parte celaba a mi amigo. Al final todo fue un círculo vicioso y me di cuenta que estaba viviendo lo mismo, pero desde el otro lado. Le dije a mi pololo que no fuera pastel, que este amigo era eso nada más y una especie de paño de lágrimas en momentos difíciles. Por mi lado, le alegué por la ex polola, la mejor amiga, la amiga de la polola del amigo, la polola del amigo de la prima y la amiga del amigo del sobrino de la prima de la abuela. Cualquier cosa. Y dije: “Oh, vaya. Qué descarada soy. Aconsejé sobre esto y yo soy la misma bruja que jura que todas son unas rompehogares, yeguas desquiciadas que quieren arrebatarme a mi amorcito”. Después de mucho meditar, no me pesqué ni en bajada y seguí con mis celos.
Y esto me ha pasado en varias situaciones. Aconsejo, aconsejo, veo resultados favorables, pero cuando a mí me toca… me doy la espalda y no sigo mis propias recomendaciones. Creo que es más fácil ser frío cuando las cosas las ves por fuera, pero cuando las vives, no puedes pensar en más que darte la razón. Entonces vienen mis aconsejados amigos a apoyarme con mis propios consejos.
Y ustedes, ¿tienen las dotes de psicóloga que no aplica sus propias técnicas? Imagen CC: Drew Leavy