El estrés, temido monstruo que se apodera de nosotras en las etapas finales del año y nos posee. Entre las principales víctimas de esta nube de negatividad, encontramos a la familia, los amigos, las mascotas y el pololo. Este último, con nuestra misma carga o responsabilidades, debe soportarnos en nuestros malos y pésimos momentos. ¡Apiadémonos de su alma!
Claro, no siempre la culpa es de una persona. Puede que el choque de caracteres y preocupaciones provoquen explosiones de dinamita y el posterior desastre. Las peleas son más fuertes e incluso parecemos estar predispuestas a enojarnos más rápido de lo normal. Es en esos momentos, en que hay que decir “¡Stop!”. No queremos que el descontrol nos lleve al fracaso.
Lo primero, es sentarse a conversar con la pareja y explicarle nuestra situación actual. Andamos más sensibles y susceptibles a cambios de humor sorpresivos; hasta el más mínimo detalle es motivo de nuestra furia. Es en este momento cuando resulta fundamental hacer efectivo el lema “contra viento y marea”. Lo anterior, porque estamos por pasar una tempestad.
Segundo: escaparse de la rutina. Aunque digamos estar copadas de trabajo y no queramos que nadie nos hable ni nos mande; podemos hacernos un tiempo para salir. No es necesario un fin de semana. Un par de horas en una plaza respirando el aire puro, un trote a media tarde o una caminata por la playa, puede ser un buen método para evitar el colapso.
El estrés nos hace conocer el lado más feo de las personas, incluso de quienes más queremos. Si amamos a quien tenemos a nuestro lado, debemos ser tolerantes. Sí, mordernos la lengua antes de pelear, ser lo más comprensivas posible y cargarnos al máximo de una buena dosis de paciencia. Es la única solución, para sobrellevar este convulsionado proceso. No queremos que nuestra relación de pareja sufra daños irreparables.
Así es que a respirar hondo y amar más que nunca a quien tengamos al lado. Quien te quiera lo hará también en tus peores momentos. Discúlpate con quienes han sufrido la furia de tu sobrecarga laboral y académica. ¡Chicas, la tolerancia es la clave del éxito!
Imagen CC Raúl Lieberwirth