"Ratona". Así me decía mi mamá cuando era pequeña. Claro, si pasaba comiéndome los peldaños de las escaleras, jeje. Fue así como encontró esa forma tan suave y dulce para llamarme.
La vida la alejó de mi lado cuando tenía 14 años, dejando el vacío más enorme que he sentido en mi corazón, cuya pérdida hasta el día de hoy me cuesta aceptar. No obstante, sé que siempre está conmigo y eso me calma.
Quizás algunas de ustedes también han pasado por lo mismo y no tengan a sus madres por distintas circunstancias. Pero ¿saben?, creo que es muy importante siempre guardar como un verdadero tesoro los recuerdos más maravillosos.
Así me pasa: cuando los evoco siento una emoción enorme. Se me llenan los ojos de lágrimas, pero al mismo tiempo sonrío al recordarla, con su pelo largo ondulado y sus ojos cafés. Además me dejó un gran regalo: el amor por la música. Ella era profe de este ramo; ¡ni se imaginan cómo tocaba la guitarra, el piano, la flauta, castañuelas, todo!. Y tenía una voz verdaderamente angelical. De ahí su nombre, 'Angélica'.
Cuando estaba en el colegio pertenecía a su taller de música y tocaba un metalófono gigante junto a quien es - hasta hoy - una de mis mejores amigas ¡Esas presentaciones eran geniales! Y qué mejor que con mi mamá guiándome.
Imposible sacar de mi cabeza todos esos momentos ¡únicos! a su lado: cuando salíamos juntas y me llevaba a comer comida china - le encantaba, ¡por eso a mí también! ; los paseos en la playa al vacacionar con mis abuelos y sus infaltables retos (desde chica yo era cosa seria, de hecho heredé su carácter fuerte. Aunque mi papá me dice que soy más mal genio que ella, jaja).
Recuerdo verla en la casa de madera donde vivíamos cuando era pequeña, en el living tocando hermosas melodías con la guitarra. Siempre rodeada de gente, de sus alumnos que llegaban a nuestra casa y quienes la recuerdan con mucho cariño cada día. Era tan querida que en el colegio era una amiga más, no sólo la profe de música.
Yo sé que mi mami está junto a los ángeles tocando melodías por allá arriba, o quizás dirige un coro como lo hacía acá. Siempre la acompañaba a sus presentaciones, donde la veía en el escenario con unos vestidos medios gitanos y adornos en la cabeza ¡Se veía hermosa!
Quienes comparten conmigo esta experiencia podrán entenderme cuánto se extraña: cuántas ganas tenemos de abrazarlas y dar lo que fuera por tenerlas cinco minutos nuevamente a nuestro lado. Ya que de ellas aprendimos el amor, son nuestras madres (¡qué palabra más completa!), amigas y nos entregan el sentimiento más incondicional.
Cuando se sientan tristes, no se olviden de que mientras hablemos de ellas y las llevemos en el corazón, las mantendremos vivas. No cabe duda de que son nuestros ángeles y ahora nos cuidan más que nunca.
Siempre tendré en mi corazón su amor, ternura, calidez, fuerza, energía y su preciosa sonrisa a cada momento; además de - por supuesto - su increíble optimismo y ganas de vivir. ¡Un legado que me acompañará hasta el último de mis días!
Si tienen la dicha de tener con ustedes a sus madres, ¡abrácenlas, disfrútenlas y díganles cuánto las aman a cada segundo!