El matrimonio nunca estuvo dentro de mis temores y jamás lo consideré como un tema lejano que no requería discusión. Desde pequeña soñaba con formar una familia, y vivir ese momento tan especial que desearía que perdurara por el resto de mi vida.
A diferencia de mis amigas, cuando conversábamos de nuestro futuro, todas coincidíamos en terminar nuestros estudios, ejercer, conseguir una estabilidad económica y llevar a cabo otros planes. Recuerdo que ninguna de ellas mencionaba el hecho de decir “sí” frente al altar, porque era un tema para burlas o chistes. Prácticamente, les faltaba decir “eso no me va a tocar a mí”. En cambio yo, sí lo comentaba sin pudor. Nunca me vi desesperada o como una loca con el vestido en la cartera, sino que siempre mantuve el mismo argumento: todo a su tiempo.
Yo aún no estoy casada, pero he visto que jóvenes de mi generación ¡ya han pisado el palito y son muy felices! Tal vez nunca se imaginaron pasar por ese proceso y han tenido éxito hasta ahora.
En la etapa que me encuentro actualmente, es el concubinato. Llevo cinco años con mi pareja y gracias a la buena relación que hemos tenido, nuestras diferencias se han visto disminuidas porque nos hemos dado los espacios que necesitamos, hemos sido empáticos, y hemos aprendido a convivir con las virtudes y defectos que posee cada uno. No somos la pareja perfecta, pero con orgullo digo que nuestro pololeo no se ha visto interrumpido desde que decidimos estar juntos.
Afortunadamente, él piensa de la misma forma que yo. No tiene miedo a casarse y desea que el amor se mantengo vivo para el resto de la vida. En junio de este año, él me hizo la propuesta formal tal como lo habíamos conversado anteriormente. ¡Sí! No fue un hecho sorpresivo que se mantuvo en secreto o fuera digno de hacer una pedida de mano tan loca o romántica como las miles que hay en Youtube. ¡Ésta fue emocionante y especial!
Ahora, vivimos juntos y créanme que la convivencia es un tema sumamente importante para llegar al altar. Hay matrimonios que fracasan porque no se dieron el tiempo y espacio para conocerse en labores y hábitos hogareños. En toda casa hay reglas de convivencia, que uno mismo las impone porque desea hacer las cosas a su pinta, y busca la mejor manera para que todo funcione bien. Cuando te emparejas y decides vivir bajo un mismo techo, comienzas a observar que el desorden, los desarreglos, desorganizaciones y actitudes de carácter comienzan a tomar protagonismo.
Prueba de fuego
Cuando pasas el obstáculo más difícil, que tiene directa relación con llegar a acuerdos con tu pareja en temas de convivencia, podría decir que tienes una parte resuelta. Si compartes techo con una amiga o un familiar, podrás soportar que no lave la loza o que deje su ropa tirada en el baño. Eso es pasajero, puedes revertir la situación rápidamente y aunque no lo consigas, no importa. No vivirás por el resto de tu vida con esa persona.
Con mi pareja hemos tenido discusiones por los hábitos que tiene cada uno. Y cuando resulta muy molesto para alguno, lo aclaramos de inmediato para que no se convierta en una bola de nieve. Ya hemos pasado varias pruebas de fuego en la convivencia y hasta ahora hemos mantenido una buena relación.
Familiares y amigos ya nos tratan como si estuviéramos casados. No faltan las tallas y las presiones cuando nos preguntas: “¿y cuándo se viene el matricidio?” y esperan que le pongamos fecha a esto. Sin embargo, debido a otros planes que han surgido entre medio, hemos tenido que postergarlo. Nos encontramos en una etapa tan importante que requiere múltiples decisiones que nos van a afectar por el resto de la vida, por lo tanto, nos estamos tomando las cosas con calma y tiempo.
Vendrán otras pruebas y desafíos que superar, independientemente del camino que hayas tomando. Si decidiste convivir con tu pareja, casarte o armar una familia, vivirás dificultades y alegrías que tendrás que aprender a convivir con ellas. En nuestro caso, ambos hemos comprendido lo importante que es hacer frente a los problemas y éxitos. Los acogemos, trabajamos en ellos y le damos un destino. Sólo así nos hacemos cargos de ellos.
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Imagen CC Rita M