Vengo de una familia "bien": crecí con la obligación de leerme diarios completos, para luego exponerle a mi tata las noticias y cómo estas se desarrollaban. ¡Imagínense a una niña de 7 años leyédonse El Mercurio! (era casi de mi porte). Además, me metieron a clases de piano y entre mis gustos musicales estaban Beethoven, Mozart, Chopin, Tchaikovsky además de algo más de mi edad, como Soda Stereo, Bon Jovi, S Club 7, entre otros parecidos.
Gracias al trabajo de mi papá, tuve que cambiarme varias veces de colegio y también de país, lo que provocó que conociera a gente de muchas culturas y música muy distinta a la que estaba "acostumbrada" a oír. Cuando viví en un país vecino, estaba muy de moda escuchar cumbia villera, entonces al ir a la feria o tomar el transporte público, escuchaba estas entretenidas y picaronas canciones. Como con el piano desarrollé un agudo oído musical, terminaba por aprendérmelas todas y luego las tarareaba en la casa, con lo que horrorizaba a mi mamá pero entretenía profundamente a mi nana. Era como Bart Simpson cuando canta la Pollera Colorada.
Después empezó a popularizarse la música andina, y también me llamó la atención porque no eran cosas a las que estuviese acostumbrada. Así que también me las empecé a aprender y a grabar en las radios -creo que mi carnet salió volando con este comentario- para luego escucharlas en mi Walkman. Como mis papás trabajaban todo el día, era mi nana la que iba por mí al colegio y pasaba toda la tarde con ella en su pieza, por lo que mi día se llenaba de canciones andinas y cumbias extrañas que relataban la vida de locuras del cantante.
Volviendo a Chile, descubrí que a mi abuela también le gustaban secretamente las canciones de Antonio Ríos, así es que ya no me sentí tan oveja negra; pero aún así no podía dejar salir mi lado guachaca. Pero 'guachaca' hasta ahí no más, porque no me gusta La Piojera y comer en el Mercado Central me da terror: me intoxiqué la vez que intenté superar mis miedos.
Por otro lado, la música considerada ordaca, me sigue gustando. Cuando sugerí escribir sobre esto, solté muchos años de represión musical y empecé a cantar todas las canciones que me sé. Mi mejor amiga me preguntó cómo era posible que una persona se supiera tanta música de este tipo y me dijo: "Ay, eres tan guachaca Gabriela". Pues déjenme contarles que a esta inmoral persona, le fascinan las canciones de Los Picantes. ¿Cómo la ven?
La cosa es que soy la que más goza cuando en los carretes suenan canciones de la Sonora Palacios. Hoy en día mi canción favorita (que hasta descargué en mi celular) es Rochas y Chetas, de Nene Malo. Que manera de hacerme reír y bailar ¡Me fascina! Pero siempre en silencio porque cuando la he cantado frente a mi pololo, no sabe cómo mirarme y mi mamá huye diciendo: "¿Qué estás cantando, niña, por Dios?
Quizás no sea tan terrible y esté más que todo inserto en nuestro chip cultural, pero para mí es un placer culpable. No puedo evitar sentir un dejo de vergüenza cada vez que me atrevo a cantar alguno de estos temas....
Y para ustedes, ¿cuál es su placer culpable?
Imagen CC: COD Newsroom