Cuando era niña, miraba a las más grandes fumar y lo encontraba fantástico. Sentía que les daba cierto estilo; glamour. Las hacía más interesantes y coquetas.
Fui creciendo y eso que era algo prohibido, como toda cosa "vedada", me instó a probar. Lo hice, pero nunca aprendí a fumar. Me compraba cajetillas y me duraban meses. Finalmente las tenía para que mis amistades fumaran.
Por suerte, el cigarrillo jamás me hizo esclava de su humo, ni de su nicotina. ¡Y qué bueno que ha sido!
Desde el punto de vista de la belleza, si no fumamos las arrugas disminuyen, ya que el monóxido de carbono reduce el oxígeno en la sangre. Las invito a fijarse en la piel de quienes tienen este hábito, sobre todo en el contorno de sus labios y ojos.
Además, ser "sana" ayuda a detener la caída del cabello, previene daños dentales, los trastornos del sentido y del gusto, además de problemas con la fertilidad y climaterio. El aliento horrible (con olor a cenicero), las manos hediondas a humo, las uñas y yemas de los dedos amarillas, tampoco serán tema para nosotras.
Al comprender que el tabaquismo es una enfermedad, me hace feliz sentir que opté por mi bienestar.
Y tú, ¿por qué optaste?
Imagen CC Kino