Para toda universitaria, fin de semestre supone una serie de preocupaciones e infinidad de días de estudio para aprobar los exámenes finales. Si lograste eximirte de un ramo, es maravilloso, pero no todos cuentan con este beneficio de los dioses.
El panorama se pone aún más terrible cuando a esta vorágine de emociones de la vida entre libros y destacadores, le sumas una enfermedad.
En mi facultad, el calendario de exámenes se entregó hace unas dos semanas y desde ahí he estado planificando diciembre entre estudio y hacer la lista de regalos de Navidad. Pero hace una semana y media, más o menos, empecé a sentir un resfrío molestoso.
No le di mayor importancia, ya que pensé que sería un resfrío de verano, pero luego empecé a ponerme mal de la guata y todo se derrumbó. Mi mejor amiga me mandó al médico y me diagnosticaron un virus.
Como no podía darme el lujo de tomarme el reposo indicado, de la clínica me fui a la biblioteca de la U y ahí todo empeoró. Mientras escribía un ensayo que definiría mi eximición, sentí mareos, adormecimiento corporal, mucho frío mientras sudaba y todo el lugar me daba vueltas. Ahí supe que era mejor dejar el estudio para después, pero ya era tarde. Terminé en la dirección de la Biblioteca echada en un sillón, tapada con una mantita y esperando a una ambulancia.
Ya todo estaba perdido y el enfermero de la ambulancia lo dijo: "Mijita, tiene enterovirus. Debe guardar reposo". Todo esto mientras me colocaba suero.
Pero ¿cómo guardar reposo la semana previa a las fechas más críticas del año? Era imposible, así es que seguí yendo a la U por toda la semana y ahora me encuentro anclada a mi cama, tomando agua hervida, marcando el día 7 en el calendario sin comer y con el velador lleno de libros y remedios. Sumémosle el estrés que me provoca el realizar y preparar los exámenes.
Aquí aprendí que a veces hay que escuchar al cuerpo cuando dice ¡para! Realmente no hay peor cosa que enfermarse a fin de semestre.
Y ustedes amigas, ¿han tenido problemas en estas fechas?
Imagen CC Another Ashia