"El verano está a la vuelta de la esquina", "Siento que he engordado demasiado", "¿Por qué comí tanto?" Son algunas de las frases más escuchadas hoy en día. Y es que, el verano está por llegar y la balanza lo sabe tan bien como nuestra ropa de verano. Aquí es donde aparecen las medidas extremas, de cara a cumplir una difícil meta: Llegar a las fiestas de fin de año con una figura presentable, y poder pasar un verano en una amistosa tregua con el bikini.
Eso pensé yo, además de darme cuenta de que mi salud estaba resentida por tanta toxina consumida - No, no me creo la chica fitness del mes, pero es increíble la cantidad de porquería que acumulamos en el organismo sin darnos cuenta, cuyo resultado es sentirnos pesadas, cada vez más agotadas e hinchadas. Pero esto lo contaré en algún otro post -. El caso es que, gracias a mi salud de pollo, decidí tomar el camino responsable que me llevaría a volver a mi peso ideal: la nutricionista.
Como estoy imbuida hasta el cuello en estos temas de Medicina Alternativa, energías y demases decidí ir a una profesional que resultó ser triple pack: Irióloga, nutricionista y auriculoterapeuta. La cosa es que salí de esa sesión con la dieta más estricta que podía haber imaginado.Era la hora de desintoxicar y eso se lograba mediante toneladas de vegetales verdes, jugos de piña, manzana y pera, siete almendras y muchas pero muchas semillas. Tres semanas era el plazo vital y yo, muy convencida de los futuros beneficios comencé la tarea.
Pero ¿Habrá algo más terrible que encontrarte con tu familia para dar estas noticias? Yo creo que no. A mi hermana le encantó la idea, mi mamá pegó el grito en el cielo y dejó de correr en círculos solo cuando le mostré la cantidad de vitaminas que tenía que ingerir para compensar la falta de carbohidratos y proteínas. Mi papá me miró largamente, para luego comenzar a enumerar verbalmente una lista de alimentos, preguntándome si podía comerlos.
Otro momento de culto es la reunión con amigas, cuando debes dejar intacto el queque que una de ellas preparó con tanto amor y explicarle que estás a dieta mientras sacas tu colación -porque dicho sea de paso, las cajitas plásticas son tus mejores amigas, llenas de frutas y comida preparada- no falta la que te mira feo, la que se ríe de ti y te encuentra alaraca y, menos mal, la que se interesa por saber de qué se trata y que tal te va.
Al menos en mi caso, las amigas se portaron un siete, sin embargo, la vida me tenía preparada la prueba más dura: El cumpleaños familiar. Esa instancia donde no pueden haber cosas más deliciosas para comer y una ola de parientes tienen como necesidad vital el hacerte comer. Y no se trata de cualquier pariente: Son, ni más ni menos que la abuelita, la tía regalona y el tata."Pero mi amor, usted está en los huesos. Tome,cómase esto" dice la dulce abuelita mientras te corta un trozo de torta, "Pero esta niña no come nada" dirá el tata con molestia. "Me quiero morir" creo haber dicho yo, cuando sentí la presión de tener que comer porque todos me estaban mirando, y nadie entendía el por qué no podía probar la torta, el queque, el kuchen y tanta cosa rica. Linda la cuestión: Para mi al menos, ya es terrible no comer y la presión social pucha que lo hace el doble de complejo.
La primera semana la pasé en "punta y codo", la segunda decidí autoexiliarme de la sociedad familiar y quedarme en casa resignadamente comiendo mi pastito y la tercera todo el mundo había asumido que la dieta tenía fecha de inicio y fin completamente intransables. Lo logré, costó pero resultó. De todos modos, si me pongo a pensar en ello creo que todo este proceso sería mucho más fácil si es que todo tu entorno decidiera apoyar, en vez de estar criticando la decisión... ¿O no?
El tema es que todos cuestionan la razón de por qué hacemos dieta y pocos son quienes realmente deciden apoyar el proceso. Y es que, realmente es bien difícil tener esa voluntad de oro que no tuvimos durante todo el año para dejar de comer. Ojo que hablo de dietas responsables, no las causantes de desmayos colectivos por comer solo apio. Sinceramente pienso que mamá, papá, hermanos y abuelos deberían informarse bien sobre la dieta, qué implica y qué riesgos existen y desde esa vereda apoyar y opinar.
En mi caso finalmente resultó todo bien. Nadie murió, yo bajé varios kilos y ahora me encuentro en la segunda etapa en que debo comer de cierta manera durante tres semanas más. Felizmente en casa todos se subieron al carrito de la vida sana y comemos lo mismo, en las mismas cantidades y sobre todo súper rico. Porque todo lo bueno se copia y finalmente, aunque haya tenido que luchar contra viento y marea, realizar una dieta - la primera de mi vida - fue una muy buena idea.
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