Llega la hora de dormir, ese momento en que disfrutamos enormemente de introducirnos en nuestras camas con sábanas limpias, suaves y pijamas recién lavados. El mejor momento para descansar después de un largo día de trabajo u otras actividades, donde no debiéramos pensar en ningún problema, sólo caer en los brazos de Morfeo. Pero no siempre es así...
Un día estaba en la casa de una de mis mejores amigas y tuvimos que dormir juntas. Estaba todo bien: ella dormía plácidamente hasta que yo llegué y ¡paf! le pegué una cachetada ¿Se imaginan despertar de esa forma?
Y bueno, fue "sin querer queriendo" como diría nuestro querido y recordado Chavito. Yo estaba durmiendo, pero lamentablemente a veces tengo tan mal sueño que tiendo a ocupar toda la cama y ¡hasta pegarle a quien esté a mi lado!.
Esta vez tuvo la suerte la tuvo mi amiga. La pobrecita despertó casi con ataque, pero no de risa, sino de furia y asustada. ¡Si yo hubiese estado en su lugar me tiro de la cama -a mí misma- no más, jaja! Pero ella, con mucha paciencia, no me retó: sólo estaba un poco molesta y me pidió cambiarme al sillón que tenía al lado.
Y yo estaba ahí con el medio ataque de risa ante lo que para mi partner no tenía nada de gracioso.
¡Esas son las mejores amigas! las que te aguantan todo y te tienen una paciencia infinita. Me siento muy afortunada porque tengo varias así y las adoro realmente, no sé qué haría sin ellas.
También me ha pasado con mis parejas, esos bombones exquisitos que han estado a mi lado han tenido que sufrir las consecuencias de dormir conmigo, ya que han recibido patadas de mi parte y ¡ya se imaginan dónde! Terrible, ¿no?
Pero con amor y una hermosa amistad todo se puede y tolera.
¿Cierto, amigas?
Imagen CC Michiyo