Siempre he estado convencida, de que una relación funcional es el resultado de una serie de factores, que se conjugan armoniosamente. Explicarlo de manera lógica es un poco difícil. Sin embargo, creo que uno de los pilares fundamentales, para que esta funcionalidad tenga permanencia en el tiempo, es la voluntad que ambas partes inviertan en generar una historia. La tarea más difícil en este cuento, es lograr que este factor no se debilite. Y eso fue lo que le pasó a una de mis amigas, quien después de muchos años de soltería decidió rehacer su vida sentimental.
Aún recuerdo cuando me confesó que ella, después de su ex – marido, no podría conocer ni estar con nadie más. Su matrimonio no había sido de lo mejor. Una serie de infidelidades y problemas económicos, producto de las irresponsabilidades del padre de sus hijos, la llevaron a tomar la decisión de acabar con años de una vida en familia, que sucedía sólo de la puerta para afuera.
Nunca se imaginó que volvería a sentir las mariposas,de esas que una tantas veces añora, en el hermano de su mejor amiga. Lo conocía hace muchos años, aún cuando estaba casada. Sin embargo, nunca tuvo ojos para él, sino hasta ahora.
Por nuestras conversaciones, me pude dar cuenta de que ni la mejor de las historias de princesas que nos cuentan desde pequeñas, igualaba lo que mi amiga estaba viviendo. Todo funcionaba bien. La comunicación - tanto física como verbal - entre ambos, era excepcional. Me atrevería a decir que la compatibilidad 100% existe, luego de escucharla hablar.
El problema surgió cuando tomaron la decisión de vivir juntos. La persona que ella creía descifrar a la perfección, se transformó en un verdadero desconocido. Todo le molestaba o simplemente permanecía callado. La intimidad era cada vez más lejana y cuando mi amiga trataba de obtener algún detalle o explicación que la ayudara a entender lo que estaba pasando, terminaba en discusión. Lo primero que pensó ella, es que habían cometido un gran error, y que todo lo que estaban viviendo, no era más que un simple enamoramiento. Ella no podía entender en qué momento éste príncipe azul que había llegado montado en un corcel blanco para rescatarla, ahora le confesaba que no estaba seguro con la relación y que lo mejor era que se dieran un tiempo.
La confusión era absoluta. "¿Por qué esperó a que viviéramos juntos para decirme esto?", me preguntaba. Para mí no era difícil ponerme en su lugar, porque en alguna oportunidad a mí me dijeron lo mismo. Sin embargo, nuestras historias tienen un final diferente y reafirman mi convicción de que la voluntad es uno de los pilares fundamentales para que una relación funcione.
Mi amiga tomó la decisión de irse de la casa y terminar la relación. Él la sigue llamando todos los días, pero no obtiene nada más que monosílabos de su boca. Ella, por el momento, reafirmó su voto de soledad y no quiere saber nada del amor por un buen tiempo, a pesar de que no lo ha dejado de querer.
Personalmente, creo que las crisis en las parejas, son como las económicas: debemos invertir nuestra voluntad-si es que la tenemos- en reconocer cuales son las posibilidades que se tiene como pareja de continuar juntos...Y tú, ¿tienes esa voluntad?
Imagen CC woodmouse