Pocas veces hablamos de los celos familiares a la hora de comenzar una relación amorosa. Suele ocurrir que, a medida que avanzamos en nuestro pololeo, nuestros padres empiezan mirar el lado negativo de nuestra cercanía con la pareja. Se sienten amenazados, creen que vinieron a “robarles” a su hija.
Todo empeora cuando llega la hora de decir “adiós”. La independencia de un hijo entristece a nuestros padres y hacen lo posible por evitarla. Quienes se muestren celosos a dejar partir a sus pupilos, son los más dependientes emocionalmente. Sin embargo, el tiempo los hará acostumbrándose a la idea.
Lo lamentable ocurre cuando una queda en el medio de la batalla campal. Nuestra mamá empieza a demandar más tiempo y reclama por nuestras salidas constantes. El padre, empieza a escribir un pergamino, con todas las características negativas de la persona que escogimos a nuestro lado.
Los celos son destructivos siempre. Más si son de quienes nos quieren mucho. A veces luchamos con los amigos, para que les simpatice nuestro novio. Sin embargo, con los padres es distinto. Se restringen los permisos, las horas de llegada y las reuniones familiares se vuelven tensas.
Cabe hacer notar que la mayoría de estos problemas empieza a suceder al no respetar el espacio propio de la pareja. Nuestro novio no es un gemelo o una extensión del cuerpo, también necesita de sus momentos y de compartir en privado con la familia. Así que ¡a luchar y entender, que mucha paciencia se debe tener!