Todas las personas tenemos metas para nuestra vida, basadas en distintos intereses. Hay quienes se enfocan en la búsqueda del amor, otros en cuidar a su familia y también están los que priorizan su desarrollo profesional. En cada uno de los casos mencionados anteriormente, si quieres poner mayor énfasis en un ámbito determinado de tu vida - lo quieras o no - en algún momento terminas descuidando otros aspectos. No tiene nada de malo esforzarse por conseguir y cuidar lo que quieres, el problema es cuando concentras demasiados esfuerzos en un solo foco, hasta el punto de ser lo único primordial en la vida.
Para quienes optamos por la vida profesional, uno de los grandes desafíos fue conseguir nuestro título, a punta de esfuerzo, perseverancia y unas cuantas lágrimas. Cuando por fin logramos llegar a la meta, no hay sensación más satisfactoria que disfrutar de ese triunfo que ganamos por mérito propio. Lo anterior (este apego tan especial a los logros), nos lleva a aferrarnos con dientes y uñas a todo lo que tenga que ver con lo profesional. Estamos tan sumergidas en seguir creciendo en esta área, que a veces olvidamos comer, compartir, conocer personas, enamorarnos y sobre todo ¡vivir!
Cuando te apegas tanto a tu trabajo y sacrificas tu vida personal por ello ¿qué haces cuando te quedas sin empleo? No es una experiencia muy grata, ya que sientes que el propósito que guiaba tus acciones se esfumó y la incertidumbre, la impotencia, la rabia y la pena, se mezclan todas en tu interior, generando una bomba de tiempo que es muy difícil de desactivar. Comienzas a cuestionarte todo y te preguntas ¿valió la pena hacer cosas que no me correspondían? ¿sirvió de algo intentar no ser conflictiva? ¿fue una buena decisión postergar mi vida personal? La verdad es que ninguna de las respuestas a esas 3 preguntas es un sí.
Creo que la sensación de quedarse sin nada y empezar de nuevo es incómoda, porque no sabes hacia donde caminar. Sin embargo, la idea es que intentemos mirar la situación como una nueva oportunidad. ¿Para qué? Pues para replantearnos qué cosas son realmente importantes en nuestras vidas. No se trata de que cambies tu foco en lo profesional o dejes de sentirte realizada, sino que mantengas un equilibrio entre lo laboral y lo personal, porque el tiempo avanza y no se recupera; por tanto, ninguna de las oportunidades que dejaste volverá.
El mejor consejo que les puedo dar es que si son trabajólicas bajen las revoluciones y tomen un tiempo para reflexionar sobre el rumbo que están tomando y sobre todo, en qué es lo realmente importante a la hora de priorizar.
¿Se animan?
Imagen CC Darlene Acero