Ir al concierto de tu grupo favorito es lo mejor: te sabes todas las canciones, gritas, bailas, lloras; ¡estás en el cielo!. Muy por el contrario, cuando vas a ver a un grupo que no te gusta o no conoces bien, el tiempo se vuelve eterno. Pero aún sabiendo esto, decidí acompañar a mi pololo a ver a Dream Theater. Iba a ir con su hermano, pero finalmente hubo problemas, terminó con una entrada extra y me invitó.
Conocía al grupo, pero no me sabía ninguna canción, así es que sabía que no iba a ir a corear ni me iba a emocionar mayormente. Al llegar al recinto, me di cuenta de que no había elegido bien mi ropa, porque era la única que andaba con pantalones y chaqueta en tonos prendidos. Todos de negro, con poleras del grupo o de otros del mismo estilo. Y yo ahí, con mis pantalones color menta y mi chaqueta morada. Imposible que mi pololo me perdiera de vista, por lo menos.
No había mucha gente, lo cual me pareció muy agradable. Y para mejor, quedamos al lado del escenario sin haber tenido que llegar temprano ni ser aplastados por la multitud. Nunca pensé que cuando empezara la música, todos iban a correr hacia aquel punto y hasta ahí llegaría mi comodidad, quedando sumergida en un mar de gente. Ahí estaba yo: mirando el concierto en la cámara del tipo que estaba justo frente a mí tapándome todo. Pero bueno, mi pololo estaba feliz, y yo había ido para acompañarlo a él.
Después de un rato, decidimos ir a la parte de atrás. Salir del tumulto es más fácil que entrar, así es que no fue problema. Estando atrás, conocí toda una gama de "instrumentos de aire" que jamás imaginé. Muchos tocaban la guitarra de aire o imaginaria - muy normal -, pero otros tocaban teclados, baterías y hasta bajo de aire, mientras que el resto simplemente aleteaba de manera errante.
Todo nuevo para mí, ya que sólo había ido a un concierto en mi vida: el de Green Day, que esperé por años. Como entonces no despegué la vista del escenario, no me fijé si la gente hacía esas cosas o no. Lo bueno fue que mi pololo pudo ver a sus Dream Theater y disfrutó de la experiencia pese a mis quejas constantes. Fue anecdótico y valió la pena, porque ahora él me tendrá que acompañar a un concierto (lo que es muy conveniente, porque nadie quiere ir conmigo en junio a ver a los Backstreet Boys).
Imagen vía Stijn Bokhove