No es un misterio que el quiebre de una pareja sea un proceso complejo: tu vida se divide en un antes y un después. Tienes que pasar diversas etapas antes de decir "lo superé". Pero, ¿qué sucede cuando se concluye algo que técnicamente nunca comenzó?. ¿Qué ocurre con nuestros sentimientos cuando se decide dejar atrás aquella historia, que cuenta con todos los ingredientes de una relación, y que por motivos de personalidad, ideales u opciones estúpidas no logró formalizarse?... ¿Cuál será el guión para dar fin a lo que jamás inició?.
Lo conocí de la forma más normal y típica. Un trabajo de medio tiempo para cubrir los gastos universitarios y allí estaba él, bromeando con los demás meseros del restaurante. Mi torpeza en la rutina laboral, camuflada con ese humor negro que suelo sacar cuando estoy nerviosa, nos llevaron a formar una relación de risas, fiestas y coqueteos.
Todo iba muy bien encaminado. Experimenté todas las sensaciones; me gustaba llegar al local para verlo, sentía que mis días eran diferentes desde que lo conocí, me encantaba estar en su compañía sin necesidad de hablar algo específico, pensaba en él y automáticamente sonreía.
Primero aquellas miradas de complicidad, luego esos besos inocentes, hasta terminar con la vergüenza tirada en una esquina de la habitación mientras los deseos juegan en la cama.
¿Ven?, todo completamente usual. Lo quería y vaya que sí; incluso hoy puedo decir que fue la persona más importante. Entonces, ¿por qué demonios nunca cruzamos ese umbral que conlleva una pregunta y una respuesta?. Yo siempre me decía que no era necesario y durante unos meses fue así. No obstante, los problemas comenzaron a teñir la relación. Esos que determinan la manera de pararnos en la vida y que entre nosotros estaba a años luz de estar en la misma línea.
Físicamente lo quería ver, necesitaba seguir con esas pequeñas rutinas que ambos sosteníamos, Sin embargo, al momento de estar frente a frente éramos dos desconocidos. Quizás algún hecho en concreto hubiese sido preferible, a lo mejor un engaño hubiera creado el discurso perfecto para terminar algo sin nombre.
Intentaba encontrar el momento para tener "esa" conversación. En mi cabeza repasaba todas las palabras que pretendía decirle, mas de mi boca nunca salió ni media oración. Estuvimos un buen tiempo así, ninguno hacía nada y poco a poco esa "nada" fue aumentando, hasta que sin previo aviso dejamos de vernos.
Ahora que el tiempo ha pasado, creo que era de esperar que termináramos así: de la misma forma que empezamos. No siento que lo sucedido sea sinónimo de desinterés o falta de amor, mas bien éramos dos personas atravesando etapas similares - una donde lo serio no era tema - o simplemente actuábamos como hojas que se lleva el viento. Lo único claro y positivo de toda esta nebulosa de difícil descripción, es que hoy tengo las riendas de mi vida, me hago cargo de lo que quiero y cuando siento algo, lo expreso.
Y tú, ¿cómo finiquitarías una relación sin nombre?
Imagen CC joopvandijk