No es que mires a las parejas con cara de envidia, pero cuando estás sola - por muy cómoda que estés - algo de ti desea que el amor aparezca. Y es muy posible que lo haga de un momento a otro.
"¿Cuándo me tocara a mí?" Pregunta que he oído miles de veces en mis 31 años. Y tanto fue así, que cuando tenía 27 ya estaba decidida a disfrutar mi soltería, aprovechar cada momento al máximo y divertirme con lo mejor que tenía: mis amigos.
Desechado todo ánimo de estar en pareja, saqué el vestido de novia de la cartera y me pinte virtualmente la cara con unas rayas a cada lado. No sería de aquellas que sufren por amor, no más. Mi última experiencia me lo había enseñado. Tuve un verano intenso y divertido en extremo, pero nunca me imaginé que el destino me tenía una sorpresa para el día de los enamorados.
Si bien yo lo conocía hace mucho, reencontrarnos fue empezar de cero. Con vidas distintas prácticamente en todo sentido, nos vimos uno frente al otro, besándonos escondidos en un túnel de construcción la misma noche del encuentro. Yo lo sabía. Era el momento de cobrarle revancha el tiempo. Sería mucho más que una velada divertida; estaba segura que el amor había llegado y sentía que él también lo sabía.
Pasó una semana y volvimos a salir. Esa tarde, el 14 de febrero, me pidió pololeo. A los cuatro meses nos fuimos a vivir juntos. Un año después, el mismo 14 de febrero firmábamos nuestro matrimonio ante un juez del registro civil. Ha pasado el tiempo y seguimos juntos. No me enorgullezco, pero estoy agradecida del cielo de poder amar. Por eso cuento mi historia.
Todas deseamos ser amadas y nos han pasado cosas tristes, nos han roto el corazón y creamos una coraza, una fortaleza auto-convencidas de que el amor no llegará, que eso es para las otras, las lindas, flacas o estilosas. Yo no era nada de eso, y en cosa de segundos estaba frente al hombre que amo.
Cuando estés triste o te baje la penita al ver a otros en relaciones felices: no te desanimes. No pierdas tus deseos de ser amada, disfruta el momento siendo tú misma —sin duda es tu mayor encanto— y cuando te preguntes "¿Cuándo me tocara a mí?", recuérdate con un grito interno: ¡El amor puede llegar de un momento a otro!
¿Dispuesta a que llegue?
Imagen CC Alberto Ortiz