La postergación de la maternidad es una tendencia generacional. Y es que ¡hay tantas metas por cumplir antes de comenzar a pensar en hijos! La vida es de sumo costosa, por lo que debemos trabajar duro para solventarla. Estamos llenas de ideas y creatividad que no queremos desperdiciar, por lo cual la consolidación profesional es un factor a considerar a la hora de retrasar a la cigüeña. Por último, también queremos darle tiempo a la vida en pareja, el “pololeo”; o bien, viajar y conocer el mundo.
No obstante lo anterior, después de los 30 es común que nos preguntemos qué pasará con las ansias de ser madres. ¿Será posible concretarlas algún día o se perderán en la nada? ¿Acompañará la biología nuestro propósito? Todas fuimos criadas en una sociedad donde la maternidad se valora mucho y no somos pocas las que soñamos con el momento de vivir la experiencia. Sea por presión social o “que el cuerpo habla”, este deseo comienza a aflorar a cierta edad, así como también la ansiedad por materializarlo. Y bueno, es precisamente esta incertidumbre la que a veces contribuye a boicotear los planes.
Si bien existen alternativas a considerar para relajarnos con el tema - como la congelación de gametos -, es menester que sepamos que tal procedimiento no es garantía de resultados exitosos. Asimismo, algunas recetas naturales pueden ayudarnos en nuestro afán de concebir de manera más tardía; pero es menester estar tranquilas y evaluarnos con el ginecólogo de manera constante. Como ya previamente te hemos comentado, algo de lógica tiene la desazón que nos genera la maternidad traspasado el umbral de los treinta y tantos. La fertilidad disminuye progresivamente a partir de esta edad, siendo el periodo posterior a los 35 el de mayor riesgo de infertilidad, aborto espontáneo o alteraciones cromosómicas. Por lo mismo, si adelantar los planes no es opción, toma las cosas con calma, conversa con tu pareja y consulta periódicamente con un especialista.
Y a ti, ¿te ha puesto ansiosa la posibilidad de ser mamá?
Imagen CC Davi Ozolin