Al fin había encontrado a la persona con la cual quería vivir mi "happy ending". Mi pololo era un buen sujeto, preocupado de los detalles, las fechas, amoroso, guapo... no tenía de qué quejarme, en verdad. Un día me invitó a una junta de sus ex compañeros de U. Cuando llegamos, inmediatamente me llamó la atención uno de los presentes, y creo que yo también a él. Eran evidentes los indicios de que hicimos "click".
Se acabó la reunión y con este chico nos agregamos a cuanta red social encontramos. Mi pololo no tenía problema en que fuéramos amigos, pero las cosas se estaban saliendo un poco de control, al punto de conformar un triángulo amoroso complicado. Sí bien con su ex compañero no había pasado algo más allá de algo virtual, estaba casi todo el día esperando a que me escribiera. Nos llamábamos todos los días y claramente eramos más que amigos.
Llegó el momento en que debí ser honesta conmigo mismo y acepté que aunque estaba en una excelente relación, me enamoré como loca de otra persona.
Hablé con mi pareja y terminamos. Cuando este amigo supo mi decisión, dijo que no podía ofrecerme nada. ¡Casi morí!, porque yo no sirvo para un touch and go y menos con quién me sentía conectada. Después de todo, si terminé una relación estable y bonita, fue por él, por ser honesta con lo que sentía.
No me arrepiento de haber dejado a mi ex porque hice las cosas bien. A veces una no elige de quién se enamora. Eso sí, mi historia no terminó en un final feliz, ya que no siempre la felicidad y honestidad van de la mano. ¿No creen?
Imagen CC Vaula