Cuando terminas una relación, sin importar qué tan larga fue, se te viene el mundo encima. Todo se ve gris y no tienes idea cómo vas a volver a sonreír. Para peor, tu familia se encarga de recordar que el tiempo no pasa en vano y que así como vas te puedes quedar sola. Todo se confabula para que entres en esa auto-destructiva etapa que implica copete, pucho, carrete, comida, encuentros casuales y travesuras varias. Pero al final del día, llegas a tu casa y te sientes peor.
¡Pero basta de lamentaciones! La etapa de soltería puede ser lo mejor que te haya pasado. Generalmente nos sentimos mal con un quiebre porque olvidamos quienes éramos y nos amoldamos a la personalidad de otro ser que al irse nos dejó desorientadas. Por esta razón, el paso número uno es hacer una lista con todas las cosas que te gustaría hacer y nunca te atreviste.
Por ejemplo, mi lista tenía salto en parapente, aprender a bailar salsa, practicar yoga, tirarme en rafting, viajar al caribe, etc. Mientras mayor energía invertía en ir completando estos objetivos, más rápido se me empezó a olvidar lo triste que estaba. Tu vida da un giro, porque empiezas a llenarla con experiencias nuevas, vuelves a ver a tus amigas y te lamentas de haberlas dejado, además de que puedes ir y venir sin dar explicaciones.
Otro beneficio es que recuperas la confianza en ti misma, lo que te hace mucho más atractiva. Los chicos comienzan a acercarse y no sólo para un touch and go. Te conviertes en una mujer con vida propia.
Ve al baño, lava tu cara , despierta y comienza a vivir, ya que un quiebre es sólo el comienzo de una nueva etapa ¡maravillosa!.
Imagen CC jill111