A los 30 años una piensa que ya viene de vuelta. La vida te ha dado suficientes golpes, haciéndote pasar por numerosos quiebres. Piensas que es el mejor momento de tu vida y que el amor está a la vuelta de la esquina; sólo debes salir a buscarlo. Para lograr tu objetivo acortas la mini, te maquillas más de las cuenta y sufres toda la noche con unos tacos que en verdad quieres botar a la basura. Piensas que todo este esfuerzo valdrá la pena, porque en ese bar está esperándote el amor de tu vida.
Luego de varios fracasos con tipos que emocionalmente están peor que tú y tras salir varias veces del departamento de un chico con una caña moral insoportable, te vuelves a cuestionar "¿qué estoy haciendo con mi vida?". Durante todo ese tiempo te dejaste engañar con falsos juramentos, te sedujeron con poesía barata y fuiste basureada por un tipejo, que luego de salir por varios meses contigo, te dijo que no estaba listo para una relación formal. Lo divertido es que siempre tuviste la cordura necesaria para alejarte de esos especímenes, pero ahora tienes tus defensas bajas y piensas que no hay hombres pencas, sino chicas impacientes.
Empiezas de cero: frecuentas karaokes, happy hours, usas Tinder o Match.com y, a pesar de que hay más posibilidades, vuelves siempre al mismo lugar. Simplemente, aún no estás lista para el amor.
Cuando compensas tus vacíos personales con la necesidad de estar en pareja, terminas encontrando a quién no debes. La primera persona a la que debes amar es a ti misma, luego tomar conciencia de lo que vales y de que no estás para payasos. Una vez que logres eso, mirarás para el lado y verás que en todo ese tiempo de crisis personal, hubo gente maravillosa acompañándote, a la que muchas veces heriste, abandonaste o menospreciaste, porque sentiste que no estaban en tu sintonía.
Personalmente, debo decir que entre esos amigos hubo uno que estuvo aguantando mis locuras sin importar la hora y circunstancia. Además, cada vez que metía las patas, su bondad me reconfortaba. Una vez que te sané por dentro, fui capaz de levantar la mirada y ver que esos ojos dulces no me eran ajenos, si no que daban calor a mi corazón cada vez que me los cruzaba. En ese momento, me di cuenta de que todo eso que buscaba y soñaba estuvo siempre más cerca de lo que pensaba.
Y tú, ¿ya abriste los ojos y encontraste el amor?
Imagen CC jessicalsmyers