Estar soltera no es tarea fácil. Especialmente, si se trata del regreso a las pistas tras una relación larga. En este caso, es todo un dilema determinar si poner fin a una relación que ya no te satisface y - por el contrario - te quita la sonrisa más de una vez al día. Este es uno de los principales motivos por los que vemos a tanta mujer triste en compañía de personas que no aman.
En lo personal, la experiencia no fue grata. La vida en pareja te acostumbra a una rutina que parece indestructible. Recuerdo que cuando al fin me decidía a terminar, me aterraba los pensamientos de: "¿Qué haré para Navidad?", "¿Con quién pasaré el Año Nuevo?", "¿Y el 18 de Septiembre?" Y peor aún, ni siquiera me atrevía a imaginar qué sería de mí sola un 14 de Febrero.
Es horrible la sensación de no saber que harás en esas importantes fechas. Todas tus amigas estarán acompañadas y ¿quién podría estar contigo en esta nueva etapa soltera?. Y he ahí el problema: estamos tan llenas de miedos que estiramos sin parar relaciones que no dan más. Sin duda, todos esos temores hicieron que demorara años en decir: "¡Stop! esto no es sano para mí y es mejor decirnos adiós".
En fin, tarde pero ¡lo logré! Me alejé y puse en marcha mi vida de soltera. Lo más difícil fue retomar contacto con quienes había hecho a un lado (es típico que una se centra en su relación y abandona un poco a sus amigos). Lo segundo que más me costó fue buscar pasatiempos o distracciones, a fin de compensar así tanta libertad. Pasé varios años preocupada de hacer feliz a mi pareja, al punto en que me olvidé completamente de qué me hacía feliz a mí. ¡No es cosa sencilla recordar nuestra esencia!
Por último, también cuesta aprender a vivir con una misma. Porque nadie cuidará de ti ni pasará más tiempo contigo que tú. Eso nunca lo debes olvidar, ya que sólo en tanto lo logres serás capaz de amar libremente y no por una carencia / necesidad emocional.
¿Mi consejo? Disfrutar tu soltería. Te enriquecerá el proceso de ser feliz contigo misma...
Imagen CC blameless-eyes