"Lo miré y me miró; después lo volví a mirar y se estaba acercando a mí", así empezó la historia de una amiga que se enamoraba todos los días de alguien diferente. Escuchar una y otra vez de lo impresionante que era este nuevo tipo y que realmente era el definitivo me enfermaba.
Pero pasaron las semanas y Fernanda seguía pololeando con el mismo hombre. Recuerdo que en ese tiempo no le presté mucha atención (me tenía harta con el tema de sus romances y, además, estaba llena de certámenes en la U), así que cuando me dijo que llevaba dos meses quedé realmente sorprendida.
El pololo era mayor que ella; no por mucho, pero sí lo parecía. Cursaba el último año de publicidad y ya trabajaba en una agencia. "Amiga, me ofreció vivir con él y quiere comprometerse"; ¡casi me dieron ganas de vomitar cuando escuché esa frase!, y viniendo de ella, era imposible que algo así funcionara. Le hice ver los pro y los contra de la situación, pero se fue a vivir con él de todas formas.
Raramente, ya lleva dos años haciéndolo. Ya no somos tan amigas como antes - de hecho, hace un año que no nos hablábamos- y se me ocurrió preguntarle sobre cómo supo que él era para ella y aceptó todo tan rápido. Me contestó que fue al darse cuenta de que con él no sentía celos, que no dependía emocionalmente (como ocurría con sus ex) y que la obligaba a asistir a clases en lugar de quedarse acostados durante la mañana: se sintió segura de que todo era perfecto.
Aunque me sonó medio "cursi" lo que dijo, me hizo bastante sentido su reflexión: supo que "él era" porque finalmente encontró su libertad y espacio junto a él. Y ustedes, chicas ¿están junto al hombre de sus vidas?
Imagen CC Juliana Coutinho