Érase una vez, en tiempos ya muy lejanos, el modo más rápido para contactar a alguien era usar el teléfono fijo. Para eso, manejabas una agenda con todos los números de tus amigos y uno que otro conocido. Con el correr de los años, apareció el celular y ¡se sentía genial hablar con alguien desde cualquier lugar donde estuvieras! o en su defecto, enviar un mensaje de texto. Hoy, con las redes sociales dominando las comunicaciones, lo antes mencionado suena de la prehistoria.
Recuerdo que me registré en Facebook cuando recién empezaba a masificarse esta red social. Se decía que a través de ella, podrías comunicarte con cualquier persona en el mundo. El sueño de contactar a esos compañeros de básica a quienes dejaste de ver se hizo posible. Y claro, era genial ver cómo estaban en la actualidad o quizás armar una junta con ellos, para conversar de la vida. No obstante, a poco andar esta plataforma me hizo sentir bastante expuesta. Especialmente cuando - sin cachar ni una aún -, aceptaba solicitudes de amistad de desconocidos, quienes luego aparecían comentando mis fotos. Entonces ya no escribía sobre cualquier cosa: iba seleccionando los contenidos -y de paso, eliminando contactos- aprendiendo así la importancia de los filtros de privacidad.
Pero la selección de lo que una desea compartir es todo un tema, porque Facebook es igual a una vitrina y - como tal -, los contactos sólo aprecian una visión de lo que se exhibe, no el contexto. Personalmente, evito escribir cosas muy personales en las redes. Quizás publico eventos que a otros podrían interesar, subo fotos de alguna manualidad que hice o algo que cociné, pero jamás comparto imágenes familiares, por ejemplo. Pero no falta esa gente que únicamente escribe de sí misma - o para sí misma - a cada rato.
Otro clásico de esta red social es la típica foto del tipo ejercitándose y que en media hora ya tiene como 20 tomas de sus "progresos" (me pregunto si realmente realizan ejercicios o es la pura pose). Tampoco faltan los que suben la foto del auto y hablan de lo exitosos que son (aunque no comentan cuántas cuotas les salió la gracia). Y es que Facebook es eso, una vitrina para vender. Quizás por esa razón a la publicidad le va tan bien. Hemos llegado al punto en que estas plataformas ejercen cierta "presión social", que se percibe cuando el éxito que algunos proyectan, te lleva a decir: “no he triunfado” o sentirte menos. Por todo esto, hay que tener cuidado con ellas: pueden ser peligrosas y nocivas.
Un día, conversando precisamente de esto con una amiga, concluimos que el exceso de información en las redes sociales era perjudicial y que a veces la mejor decisión es cerrar Facebook, Twitter o cuanta red tengas. Si no permanentemente, quizás por un tiempo. Porque también una peca de mirona y es inevitable querer echar un ojo a lo que hacen otros. Pero a veces es más saludable que eso ocurra casualmente, como al encontrarte en la calle con alguien y que te dé detalles lateros de su vida. La mejor decisión es salir de la vitrina, para recordar lo que es "the real life" y prestar más atención a las cosas que uno mismo realiza, no el otro. Además, te recuerdo que no hay mejor red social que la que se crea a diario, apagando el computador y juntándose con amigas, para salir a caminar bajo un día soleado.
Imagen CC Jason Howie