Sé que lo que ahora voy a relatarles es lejos ¡lo peor! que se puede hacer, pero les juro que no puedo evitarlo: se trata de la compulsión por abrir las puntas partidas de mi cabello en circunstancias en que estoy aburrida. Simplemente, ¡no me resisto!
Bien sabrán ustedes que todas hemos sucumbido alguna vez al mal hábito de jugar con nuestras puntas. Las manoseamos de sobremanera, especialmente mientras oímos la tediosa clase de un profe ¡full “motivado”!, que no advierte en qué momento se saltó el break y comenzó a hablar con voz de documental español del Discovery. ¡Y seguro más de una vez nos sorprendimos hurgando el cabello en la espera de aquella amiga que siempre se atrasa. Es normal. Pero mi locura es que además las separo, lo cual me provoca un extraño placer (aún estando consciente de que es mega dañino).
Me he hecho moños, he procurado pensar en otra cosa, pero esta manía regresa tarde o temprano. Basta un poquito de inercia en mi vida y ahí estoy: buscando minuciosamente una punta partida y reseca, para separarla de un tironcito. ¡Incluso hago apuestas conmigo misma para ver qué extremo se romperá antes!
Estoy cierta de que cometo un verdadero crimen capilar, pero no lo puedo evitar. Créanme: ¡es más fuerte que yo!...
Y ustedes, ¿tienen alguna maña similar?
Imagen CC Helga Weber