Quizás en la sociedad actual haya muchas cosas que nos disgusten; sin embargo, debemos reconocer que pese a todo, somos afortunadas. Porque si hubiésemos nacido unos cuantos siglos antes, lo más probable es que fuésemos calificadas de ¡brujas! y no por ser gruñonas o celar a nuestros hombres, sino debido a alguno de estos ridículos motivos:
1. Ser mujeres: Nuestro sexo era la principal razón para sospechar que practicábamos la hechicería. Era común pensar que sólo las féminas adherían a estas nefastas prácticas, mientras los hombres - pobrecitos ellos - eran modelo de virtud y santidad. Además, según esas viejas creencias, nosotras los tentaríamos, “empujándolos al amor y la inmoralidad”. ¿Qué tal?
2. Salir de noche: Si te gusta la parranda, sin duda hubieses estado en serios aprietos hace cientos de años, ya que la “ignorancia popular” señalaba que las brujas preferían esas horas para salir y fornicar. Claro está que tener sexo fuera del “sagrado vínculo” era una aberración que sólo podía tener lugar en la “torcida” mente de una perversa hechicera. ¡Como si una hiciera sola la “maldad”!
3. Tener hijas o un gato negro: Si una bella princesita te alegra cada mañana con su hermosa sonrisa o un tierno y regalón felino de color oscuro es tu adoración, entonces ¡probablemente serías tachada de hechicera! De acuerdo con el Malleus Maleficarum - texto escrito en 1487 como tutorial para “cazar brujas” - si estas damas fornican con insistencia es sólo para engendrar niñas, las cuales serán sus discípulas. Además, según estos fantasiosos señores, el gato sería nuestro “alter ego”, ya que es la forma que toman las brujas para salir a hacer maldades sin que alguien lo note.
4. Aversión al agua: Si sientes miedo de morir ahogada o sabes flotar, malas noticias: ¡serías una pérfida bruja!, ya que según la sociedad antigua estos oscuros seres se resistían maléficamente a ser sumergidos. De hecho, la ordalía del agua era el procedimiento con que en la Edad Media se verificaba si una sospechosa era efectivamente hechicera: se le ataba de pies y manos, para luego arrojarla a un estanque o lago. Si se hundía, era inocente; pero si flotaba ¡era una bruja! y las penas del infierno caían sobre ella.
5. Estar lejos de casa: Si eres una mujer ocupada, que pasa todo el día en la oficina, en el colegio de los niños organizando bingos o gustas de viajar, ¡menos mal que naciste en esta era, pues en épocas pasadas serías quemada o ahorcada! Los antiguos afirmaban que una mujer honrada jamás sale de su hogar, excepto para ir a misa o al mercado, instancias en que debía acompañarse por un cuidador. Las mujeres que salían de casa, para ellos, eran ¡hechiceras! que buscaban la lejanía para practicar sus orgías y oscuros rituales.
6. Tener un lunar: El coqueto lunar que hoy buscas resaltar hubiese sido en la antigüedad tu condena. Así es, porque en ese entonces la mujeres eran revisadas exhaustivamente para determinar si había en ellas una marca de nacimiento. De ser hallada, ésta sería la prueba irrefutable de su asociación con el lado oscuro. Por eso, encontrar tu sexy distintivo era un pasaje directo hacia la hoguera.
7. Estar casada y no concebir niños (o bien, que tuvieras ¡muchos!): Si eres extremadamente fértil y no cuesta que te embaraces, te hubieses visto muy complicada en siglos pasados. Para la sociedad de entonces, tener tantos hijos sólo podía ser obra de la hechicería, dado que era probable que estuvieses robando los que fueron destinados a tus vecinas. Si por el contrario, no te embarazabas, una maldición se cernía sobre ti, ¡porque eras una bruja malvada!
La próxima vez que pienses que vives en tiempos retrógrados, recuerda esta nota y ¡da gracias por no haber nacido en una época de salvajes con una imaginación tan amplia como su ignorancia! Y cuéntanos, ¿por qué "faltas a la moral" hubieses sido sentenciada tú?
Imagen CC César Ojeda