Parecerá extraño, pero la que era mi rival ahora es mi mejor amiga. Sí, pasamos del odio al amor en unos cuantos meses (bueno, quizá nos tomó un poco más). Lo cierto es que solucionamos nuestros problemas, o bien, logramos coincidir en “aquello” que nos enfrentaba.
Y la mayor contrariedad ya se la podrán imaginar… claramente, se relaciona con un chico que teníamos en común ¡disputa de mujeres!. La verdad es que finalmente resultó no ser tan soñado como ambas pensábamos. Bueno, acá les cuento la historia:
Todo iba perfecto hasta que uno de mis amigos me hace su declaración formal ¡y en público!, expresando su amor. Bueno, me agradaba ¿por qué no? Llevaba tiempo sola, nos conocíamos y quería que me regalonearan.
Lamentablemente para mí, cuando empezábamos a conocernos, apareció ella: su ex y, desde ese día, mi rival. ¡Qué lata! Y pa' mi mala suerte, ¡estudiaba lo mismo que yo, pero en otra sección!
Empecé a sospechar de ella con las notificaciones en el celular. Esa arpía era una de las peores, le estaba mandando mensajes y hablaba pestes de mí, cuestionando los motivos de por qué él estaba conmigo. Además, ya había escuchado rumores sobre sus pelambres.
No podía soportarlo, ¡me cargaba! Se estaba entrometiendo en mi territorio (o eso creía). Me armé de valor y lo enfrenté. Fui muy clara: ella o yo. Obviamente, él se deshizo en excusas como “ya se lo he explicado”, “no quiere entender”, “me persigue”, “está obsesionada”, "no es mi culpa", etc.
Pero todo me resultaba muy turbio. Mi relación se había vuelto tóxica y era el momento de alejarme. No había confianza y discutíamos por todo.
Y así –después de varios meses- me la topé en un carrete universitario. Ya habíamos tomado un poco y empezamos a sacar los trapitos al sol. Entre confidencia y confidencia, nos percatamos de que él nos mentía a las dos. Sí, nos mostramos el inbox de Facebook y estaba clarísimo: ¡era un chanta! Nos prometía amor eterno y se excusaba por ser tan solicitado ¡Maaal! Por suerte, nunca llegamos a algo tan serio...
Nos coludimos para dejarlo en evidencia. Se estaba haciendo el lindo con las dos. Lo encaramos y su reputación quedó en el piso. Ya no era el galán de teleserie, se comenzó a apartar del grupo por incomodidad. ¡Qué fascinante!
Entre nosotras se generó buena onda, al fin y al cabo, teníamos algo en común: pavas. Lo bueno es que ninguna estaba enamorada. Al semestre siguiente, llegó el momento de tomar los ramos, ¡y sólo había una sección! Filo, me iba a tocar compartir con ella, de nuevo.
Desde ese día, nuestra relación se hizo mucho más amena, se integró a mi grupo y nos hicimos buenas amigas. La conocí y me di cuenta de que teníamos mucho en común: medias locas, buenas pa’ salir y adictas a las compras. Iniciamos otras relaciones, nos presentamos a los pololos, ¡incluso hicimos nuestro proyecto de título juntas! Ahora somos las mejores confidentes. ¡La adoro! No sé qué haría sin ella. Si tuve que pasar ese mal rato para conocerla, no me arrepiento. Mi rival resultó convertirse en mi mejor amiga.
Y a ti, ¿te ha pasado algo similar?
Imagen CC: Lisa Widerberg