La conozco desde que ambas éramos niñas, como si la vida hubiese querido hacernos hermanas. Les juro que es la mujer más dulce que he conocido en mi existencia, junto con mi viejita querida. Tiene un hijito pequeño, que sin duda es muy afortunado de tenerla como mamá. Se llama Carolina - “mujer fuerte” - y claramente lo es, pues ha sabido reponerse a la adversidad, obteniendo de ella sabiduría y entereza, todo sin perder la sonrisa.
Para mí es un privilegio tenerla como amiga, pues es totalmente incondicional. Acogedora cien por ciento, donde ella está hay calor de hogar. Durante un tiempo trabajamos juntas y hasta hoy, aquel lugar me resulta sumamente agradable, porque tiene impregnada su exquisita energía. Es una chica admirable, generosa, apañadora y cada vez que sonríe o dice algo gracioso, bien podría derretir glaciares.
Es cierto que no nos vemos con la frecuencia que desearía, producto de las responsabilidades que tiene cada una. Pero ¡siempre procuramos hacernos un espacio! Además, está en todo momento presente en mi corazón: en un saludo cariñoso vía e-mail, en sus post de Facebook, en los almuerzos juntas y el gran cariño que siento por su familia. Si bien su marido es también mi partner, si la hace sufrir, ¡se las verá con mi furia!. Sé que cuento con ella, y ella conmigo, hasta el infinito. Puede tener problemas, pero siempre está al pendiente de qué me ocurre. Siento el calor de su cariño ¡y le agradezco al cielo por eso!
Encontrar a una amiga así de genial es un claro signo de que existen los ángeles y ¡están en nuestro camino!. Que esos camaradas del alma son la familia que escogemos y que las distancias no son más que circunstancias: los afectos que están más profundo en el corazón, superan la física e incluso el tiempo. Es el cariño el que da la cercanía. Carolina es maravillosa y un regalo del cielo, que siempre estará presente en mi vida.
Y tú, ¿tienes una amiga fantástica? ¡Cuídala como a una joya!
Imagen CC Alex