Adoro a mis amigas, creo que por mucho que tenga más partners hombres que mujeres, las relaciones con ellas siempre son distintas. Pero eso no quiere decir que no me molesten ciertas actitudes de alguna de ellas. Y es que todas hemos tenido una amiga en extremo enamoradiza, de esas que todas las semanas tienen un pololo nuevo.
Es esa amiga que cada vez que conoce a alguien, dice que es el amor de su vida. Quiere casarse, comprar una casa, un perro y darle siete hijos. A la semana después, se da cuenta que el tipo de día no es tan guapo, que tiene una risa ruidosa y desagradable, mientras que el perfume que usa le parece asqueroso. Así, ya no quiere darle ni la hora.
Si mi amiga se enamora o no, es problema de ella, eso está claro. Pero cada vez que termina con el corazón roto, soy yo la que tiene que estar ahí para consolarla, sabiendo que a la semana siguiente me contará una nueva historia y el ciclo se reiniciará.
Lo peor es salir a carretear con ella. Es inevitable que a mitad de la noche ya no la encuentre en ninguna parte, y alguna veces no contesta su celular hasta la mañana siguiente. Para ella, una noche estupenda; para mí, del terror. Claro, con la preocupación de que la pobre no se haya ido a meter al departamento de un psicópata y que la encontremos después en un maletero al estilo CSI.
Al final, sólo tenemos que aprender a vivir con esa amiga enamoradiza. Y puede que en este momento estés pensando que también sueles enamorarte profundamente muy seguido. Si es así, que no te sorprenda si una de ellas un día te para los carros y te pide que hagas durar a alguno para así poderlo conocer. Y tras el término, pelarlo con conocimiento de causa.
Imagen CC Giuseppe Milo