Finalizar una relación, estar sola, conversar con una misma, llorar lo necesario, sanar y volver a levantarse es un "rito de iniciación" que todas debemos afrontar al menos una vez. Es necesario para crecer. Claro, duele: pero lo que no mata, fortalece. ¡Y vaya que sí!. Sin embargo, hay muchas personas que no conciben estar consigo mismas siquiera un segundo.
Esa razón las conduce a una fase “picaflor” bastante improductiva: sienten terror de “vivir el duelo a concho”. Lloran de manera intermitente - más bien porque las lágrimas se filtran - y buscan compañía amorosa "casual", a fin de sentirse un poco menos solas. ¿Realmente necesitan estar "a la carta" para reconstruirse? ¿No será eso una distracción? Por más “mala” compañía que busques, el dolor de una ruptura no se irá. Que esté escondido y pretendas obviarlo no soluciona nada, ¡lo he visto en cientos de amigas!. Lo mejor que puedes hacer es llorar lo que debas llorar, en lugar de buscar placebos que sólo te harán sentir más vacía.
Hacer frente a aquello que nos duele es sanador; nos ayuda a revisar qué errores cometimos y sacar de esa experiencia una enseñanza. Además, nos permite tomar conciencia de que sí, podemos ser fuertes y no necesitamos estar en pareja para sentirnos completas. Sólo comprendiendo eso, podremos seguir avanzando y - si llega el momento de volver a enamorarnos - saber que queremos a un compañero de vida, un complemento y no un bastón que nos apuntale o “la otra mitad”. Tener eso en claro también nos ayudará a ser más selectivas y tener una espléndida relación, o bien, ¡ser felices solteras, que igualmente es lo más!
Y tú, ¿le temes a la soledad?
Imagen CC Dia TM