Mucho se habla sobre habilidades sociales y la importancia que tienen en nuestra vida. Tanto es así, que distintas carreras han incluido este punto en su malla curricular, buscando propiciar el desarrollo integral del estudiante. Sin embargo, más allá de las aulas y el programa académico, ¿sabemos qué son y para qué nos sirven? En Fucsia te contamos, para que descubras si las tienes y si no, ¡aprendas cómo desarrollarlas!
Las habilidades sociales son un conjunto de conductas que facilitan la interacción satisfactoria con terceras personas. Gracias a ellas es que podemos conocer gente y establecer nuevas relaciones. La mejor manera de entrenarlas es atendiendo a nuestro entorno sociocultural, ya que dependiendo del lugar en que nos encontremos, serán los códigos a emplear.
Estas conductas - aprendidas, pues nadie nace teniéndolas - nos evitarán la fobia social y ansiedad ante situaciones desconocidas, propendiendo a una buena reacción ante los conflictos, así como a la creación de vínculos sólidos con los demás. Es también a través suyo que podemos cultivar una buena autoestima, sentimientos de empatía y también, avanzar en pos de nuestros objetivos, por lo cual ¡comprenderás su vital relevancia para tu desarrollo personal!
Podemos distinguir dos tipos de habilidades sociales:
1. Básicas: Comprenden el poder de la escucha activa, hacer preguntas, dar las gracias, iniciar un diálogo (comentar respecto al clima es una técnica que no falla), presentarse (quienes están en primer año de U son expertos en estas materias), despedirse y formular elogios. En buenas cuentas, lo que todos hacemos cuando oímos atentamente a nuestro interlocutor y mantenemos el hilo de una conversación, especialmente si se trata de desconocidos.
2. Complejas: Saber cuándo y cómo disculparse, pedir permisos o hacer valer derechos, admitir un error, aceptar críticas y ejercer la persuasión. Son las que más trabajo cuesta desarrollar. Si fue un parto para ti pedir tu feriado legal o hacer las paces con tu amiga, entonces careces de ellas o bien, debes esforzarte por mejorarlas.
La práctica y constancia son las maneras más óptimas de desarrollar tus habilidades sociales. Pero como sabemos que esto suena muy general, te dejamos estas técnicas ¡infalibles! para soltarte y trabajarlas.
1. La técnica de la anestesia: Es perfecta para formular una crítica constructiva, pedir permisos o exigir derechos. En buenas cuentas, puedes usarla para todo aquello que te cuesta decir. Consiste en iniciar destacando un aspecto positivo (anestesia), luego soltar el aspecto conflictivo (golpe), para terminar proponiendo soluciones que “suavicen” la eventual molestia. Ejemplo: “Sé que siempre has estado conmigo, lo cual valoro profundamente. Sin embargo, no puedo prestarte dinero, porque debo saldar muchas deudas. Espero que puedas entenderme y juntos encontremos una solución”.
2. Actitud amable y asequible: El poder de una sonrisa es inconmensurable. Puede abrir mil puertas y derretir glaciares. Introduce entonces el diálogo valiéndote de ella. En el transcurso de la conversación, ofrece cumplidos (“¡Qué bien te ves!”; “me gustó lo que dijiste en la reunión”, etc.) procurando no extralimitarte, para no sonar zalamera. Propicia el contacto físico, ya sea con una suave palmadita en el dorso de la mano o dando toquecitos en el antebrazo: la cercanía emocional estará ¡garantizada!.
3. Repetir lo que el otro dice o siente: No de manera constante, pues puede ser algo irritante. Pero sí en ciertos puntos de la conversación, lo cual garantizará a tu interlocutor que lo has oído, comprendes su mensaje y también empatizas con sus sentimientos. Ejemplo: “Sé que sientes una profunda decepción por la forma en que he manejado el problema, pero busquemos alternativas satisfactorias para los dos”.
4. La técnica de las preguntas: Si alguien te insulta o critica, desoye las frases cargadas de mala onda (¡sin prender con ellas, por favor!) y centra la conversación en los motivos que tiene para sentirse ofuscado. Pregúntale por qué te dice esas cosas, qué fundamento tiene para afirmarlas y qué ha generado su malestar. Esta estrategia desarmará su ira y propiciará el diálogo.
5. Hablar en primera persona: Cuando quieras manifestar una opinión, deja en claro que es tu percepción de los hechos y no estás generalizando. Toda apreciación personal es perfectible, por lo que esta técnica se siente menos suave que una crítica o una sentencia “absoluta”.
Con estos tips, esperamos ayudarte a generar mayor cercanía con tu entorno, comunicándote con él de manera eficaz y evitando la “mala sangre”.
Y tú, ¿desarrollaste tus habilidades sociales?