Sí, lo confieso: muchas veces he sido una de esas minas calientasopas. Y es que simplemente, ¡no puedo evitarlo!. Supongo que –como muchas otras mujeres– tengo un pequeño problema con el coqueteo involuntario ¡No me doy cuenta y ya estoy haciendo ojitos! Es algo innato del género femenino.
Pero a veces mis intenciones no son improvisadas ¡No es algo tan terrible! Más de alguien ha calentado la sopa alguna vez, ya sea para obtener algo, seducir a un chico guapo o sólo por diversión. Tampoco es un pecado, sólo una etapa de la juventud.
Y por eso hay que definir claramente el concepto, a fin de que no hayan malos entendidos. “Calentar la sopa” es básicamente coquetear, usando buenas herramientas de seducción, pero sin llegar a un objetivo amoroso. De ahí la frase “calentarla, pero no tomarla”.
Claramente, no siempre resulta: para hacerlo no sólo hay que verse bonita, sino también utilizar buenas técnicas y, sobre todo, ser simpática y entradora.
Recuerdo cuando salía a bailar con mis amigas y sí, calentábamos la sopa. ¿Para qué? Bueno, a veces sólo queríamos añadir algunos tragos o cigarros extra a nuestra cuota nocturna. ¡Una tontera! Pero, bueno, al menos resultaba. Con sólo un coqueteo teníamos al galán dispuesto a satisfacer nuestros caprichos.
Esta práctica también nos servía para subir la autoestima estando bajoneadas. Hacíamos ojitos y algún berrinche de niña chica: nunca faltaba quien nos llenara de halagos y palabras bonitas, haciéndonos sentir bellas de nuevo.
¡A veces sólo coqueteamos por diversión! Sí, más de alguna vez puse a prueba al chico que encontraba guapísimo, a un compañero que se ponía nervioso o incluso a mi novio.Sin necesidad de hacerlo, pero ¡era entretenido!
Es una especie de manipulación al género masculino, la cual resulta muy efectiva. Las mujeres somos bastante hábiles y sabemos cuándo hacerlo, así como también lo que queremos obtener de ello. Eso sí, una vez enamoradas no tenemos ojos para nadie más, ¡sólo para quien creemos nuestro príncipe azul! Ahí es cuando, por fin, calentamos la sopa y nos la tomamos.
Los años nos van cambiando, cada persona madura y lo que antes parecía divertido ya no resulta tal. ¡Pero las anécdotas no se olvidan! Por eso, hay que ser honesta y reconocer que sí, yo calenté la sopa más de una vez. ¿Y tú?