La otra vez, vi la película Asesinos por naturaleza con Juliette Lewis y Woody Harrelson, una pareja de locos que andan por la vida asaltando y matando. En un punto de la película él le pide matrimonio en un puente y se casan ahí mismo, haciendo un pacto de sangre, con un anillo de serpiente, mientras ella usa un velo largo improvisado que flamea al viento, y se juran amor eterno.
Me encantó la película, y además me despertó el bichito por tener un matrimonio así, si algún día me llego a casar. Pienso en tanto gasto en vestido, personas que detestamos pero que tenemos que invitar por obligación, derroche de plata y de estrés, que puede valer la pena para algunos, pero no para todos. He pensado que con esa misma plata puedo pegarme un buen viaje, que es algo que adoro hacer, o dar el pie para una casa, en vez de una fiesta que durará tan poco y que al final todos salen pelando por anga o por manga.
En realidad uno se puede casar con todas las de la ley, pero sin avisarle a nadie, como piensa hacer un amigo mío muy pronto: sin necesidad de fiesta ni nada para ahorrarse complicaciones. “Voy al registro civil, pesco a un par de personas en la calle para que sean mis testigos y se acabó”. Le dije que no era muy romántico, pero bueno, qué me meto yo. Volvamos a los simbólicos. Pueden ser totalmente privados, en la “volada” que se le ocurra a la pareja (bajo el agua, en un bosque, en el lugar que se conocieron, tirándose en paracaídas, disfrazados de sus personajes favoritos, en fin, las opciones son ilimitadas) y tienen otra ventaja: que no discriminan a nadie, así que cualquiera puede hacerlo. Además está la opción de casarse simbólicamente, y dar una fiesta como si te estuvieses casando por la iglesia, algo parecido a lo que hizo Benjamín Vicuña con “Pampita” hace poco (ya sé, lo de ellos no fue un matrimonio simbólico exactamente, pero celebraron 10 años de amor, que es como lo mismo). Creo que, además de las ventajas que enumeré anteriormente, tener un matrimonio simbólico es bastante más romántico, sobre todo cuando es improvisado, dejándose llevar por el arrebato del amor (o de la calentura del momento)..