Sí, lo sé… no es una cualidad digna de admirar, pero debo confesarlo: soy taimada ¡y me apesta que las cosas no resulten como quiero! Sí, puedo identificarme como una niña mimada, mañosa y un poco loca. Pero si hay algo que puedo decir a mi favor es que sólo ocurre en ciertas ocasiones y cuando las razones así lo ameritan.
Y es que todas nos hemos sentido pasadas a llevar alguna vez: no podemos reaccionar como todos esperan, porque ¡es evidente que no saltamos de alegría! Es en estos momentos cuando, para no salir de nuestras casillas, nos taimamos y ocupamos frases típicas como “no me pasa nada”, “no me importa”, “da igual”, "no estoy enojada" o la implacable amenaza de “haz lo quieras” cuando se trata de tu novio.
Muchas veces no se justifica, lo sé, pero es parte de mi personalidad. De hecho, esta última situación ocurre generalmente cuando siento celos. ¡No soy bruja, para nada! Pero cuando algo no me parece, se nota y no puedo evitarlo: así soy.
Ser taimada no sólo implica hacer notar a otros que algo te molesta, sino también una serie de cambios en tu estado de ánimo. En mi caso, me pongo más idiota, menos conversadora y entro en un trance personal en el que sólo quiero compartir conmigo. ¡Ojalá nadie me hable en ese momento!
Se trata de la denominada “Ley del Hielo” o el rechazo inexplicable a una persona que no hizo lo que pediste o a veces, simplemente no supo qué era lo que tú pensabas. Raro, ¿no? Sin lugar a dudas, una persona taimada no es fácil de comprender.
Eso sí, estas sensaciones se me pasan después de un tiempo. Sí, ya sea porque consigo lo que quería (un capricho, lo acepto) o bien, porque no tiene sentido mantener mi pesadez en el tiempo: siempre termino siendo la misma buena persona que se preocupa por los demás. O sea, por algo la gente me sigue queriendo y me acepta, sino ¡ni a palos! Incluso a mí misma a veces me cuesta soportarme y termino enojándome conmigo misma. Bueno, pero es algo en lo que cada día trabajo para mejorar.
Y tú, ¿eres taimada?