El camino que recorres desde que te planteas un objetivo hasta que lo alcanzas está lleno de dulces y agraces. ¡Claro! porque llegar desde el punto “A” al “B” requiere mucho sacrificio, constancia, disciplina y ante todo ¡fe!. Así es, porque si no confías en obtener lo que anhelas, ¿qué sacarás con iniciar la cruzada? ¿Recorrerías un sendero que no lleva a ningún lado? Probablemente no.
La fe es la fuerza principal que nos motiva, instándonos a no desfallecer. Si tenemos fe en lo que queremos y en que será posible, no importarán las largas noches de desvelo y los sacrificios que exigen nuestros logros. Así, si tu meta es convertirte en profesional o terminar el postgrado que con esfuerzo iniciaste, debes confiar en ti y en que ¡podrás!. Es la única forma en que soportes quemar tus pestañas con sesudos libros mientras otros carretean y disfrutan de la playa. Lo mismo si anhelas comprar una casa.
Hay que tener presente que aunque la ruta que nos lleva desde el punto actual hasta el objetivo en el papel parezca fácil, en realidad no es una tarea simple. Justamente, porque en el punto intermedio el cansancio nos pasa la cuenta: nos sentimos fatigadas, agobiadas y tristes al no hallar la meta. No vemos la salida de aquel sendero; creemos estar perdidas y es justamente ahí que muchas optan por “tirar por la toalla”. O peor aún: buscar retornos alternativos, que llevan a caminos desconocidos y no precisamente satisfactorios. Todo esto, ¿por qué? Pues al perder la fe en completar el recorrido.
Por eso, si estás a punto de embarcarte en un proyecto importante, por sobre todas las cosas deberás creer en él. Para que tu fe no se diluya en el trayecto, tendrás que considerar lo siguiente:
1. Absoluta certeza de lo que quieres: Si te aventuras en ir a Roma sin tener un claro objetivo, es más fácil que te rindas a medio camino. En momentos de confusión, carecemos de certeza respecto de lo que ansiamos, por lo que damos palos de ciego, tomando decisiones apresuradas y malas. Vale la pena dejar un tiempo para reflexionar si aquella cruzada realmente nos motiva, para no sentir necesidad de abandonarla tras haber iniciado la aventura.
2. Trazar metas viables: Quizás desde muy pequeña soñaste con ir a la luna y colonizarla, para lo cual pretendes dar todo tu esfuerzo. Pero si lo miras objetivamente, alcanzar un anhelo así es bastante complejo, especialmente si no tienes estudios en astrofísica, ni los recursos esenciales para ese súper proyecto. Si no quieres perder la fe en tu objetivo, debes procurar que éste sea alcanzable, y no requiera del tiempo o dinero que no posees - ni poseerás, por más que te esmeres - para su consecución. De lo contrario, será natural que en algún punto te sientas frustrada y deprimida.
3. Establecer un plan de acción: No te adentrarías en un bosque frondoso sin un mapa para orientarte, ¿o sí? Si la respuesta es “sí”, lo más probable es que te pierdas o resultes lastimada. ¡E incluso que te dejes morir en el camino!. Es esencial trazar la ruta a seguir para llegar donde quieres. Así, el tiempo que transcurra entre el punto de partida y la meta será más eficiente.
Y tú, ¿estás lista para iniciar la aventura?