La
tecnología ha ido ganado terreno en nuestras vidas y hoy cada quien tiene su
propio celular. Es por eso que
el
teléfono de la casa se ha hecho cada vez más prescindible . Es
más, la compañías insisten en vender el pack con telefonía fija e incluso te
obligan a contratarlo, si no los planes salen más caros. ¡Entiendan!: ya no
queremos
teléfono fijo.
De hecho, hoy en día este artefacto es una "pequeña cosa terrible" que me enloquece. En mi casa nadie quiere contestarlo, porque no sienten que la llamada sea para ellos. Entonces, el aparato suena y suena, sin que nadie se inmute en contestar.
Y cuando ya no aguanto más el ruido, me hago el ánimo de responder y resulta que es una mina haciendo una encuesta de satisfacción, una empresa de telefonía ofreciendo más minutos para tu plan o un despistado que erró el número.
Para disgustarme más, siempre suena cuando estoy en el baño, en la ducha o recién acostada en mi cama. Dentro de ti sabes que no es nada importante, porque si lo fuera llamarían a tu celular. Pero de todas maneras, la idea de que sea una emergencia te obliga a contestar. Y basta que lo hagas para que en el acto te arrepientas: tienes al otro lado del teléfono a tu tía regalona, que se cuelga varias horas para a preguntar por toda la familia y ponerse al día de las últimas copuchas. Tratas de pasársela a tu mamá, pero ella la conoce y no tiene tiempo para estar 2 horas al teléfono. Le indicas entonces a tu tía que tu papá está en la casa, pero está tan entretenida contigo que no le interesa.
Así, casi sin notarlo, estás más de dos horas con la toalla en la cabeza, aguantando las ganas de ir al baño o congelándote junto al teléfono.
Y tú, ¿también quisieras expulsarlo de tu vida?