Cuando se habla de experiencias personales, cada quien las vive de manera distinta. Si deseas un encuentro contigo misma, esto puede ayudarte.
Hemos dicho en otras ocasiones lo importante que son el cine, los libros o la TV en nuestro desarrollo. Se convierten en puertas a mundos diversos; nos ayudan a imaginar y en momentos, a reflexionar.
Tuve la oportunidad de ir al cine esta semana. Como fui con un sobrino, intenté escoger una cinta para todo espectador y la elegida fue Intensa-Mente. Seguro has oído de ella, porque postula a varios premios y su trama es profunda, divertida y transversal.
Dentro de la cabeza de una niña viven todas sus emociones. Éstas, caricaturizadas, van revelando cada cuál su esencia. La historia compara cómo la forma en que ellas se comportan en nuestro interior se refleja hacia el exterior. Entre ellas, la tristeza y la alegría funcionan como entes primordiales dentro de la niña, como también ocurre con nosotros. Como es de suponer, cada vez que la tristeza hace su parte, todo se vuelve caos. Y esto ocurre con frecuencia, ya que ella entra en una especie de colapso depresivo. La felicidad, empeñada en que todo cambiará, decide aislarla; pero con ello empeora todo.
Siempre creemos sentir la necesidad de ser felices, de irradiar esa energía que ilumina el mundo, y levanta a quienes amamos, pero esto no pasa siempre. Y no tenemos la obligación de estar felices todo el tiempo. La tristeza, —así como los duelos—, son sentimientos indispensables para tener un corazón emocionalmente sano. Muchas veces nos volvemos seres hostiles, rudos y solitarios sólo para evitar que se nos note que estamos tristes, pero el ignorar esta emoción nos provoca mayor daño, pues nos lleva a acumular sensaciones negativas y que tarde o temprano nos llevarán a un colapso. Vivir “momentos” de añoranza, pena o llanto, nos ayuda a asimilar lo vivido, tomar lecciones y sobre todo, nos muestra sin caretas. Son esos momentos extremos los que nos hacen reaccionar y sacudir nuestro intelecto. Nos remecen desde dentro y nos obligan a hacer cambios. ¡No temas si tienes pena!, nadie debe culparte por no estar siempre con una sonrisa de oreja a oreja. No te escondas en ti misma: las tristezas tienen un tiempo de desarrollo, pero deben pasar y debes seguir.
Todas tenemos momentos infelices, y es verdad, debemos cuidar cuánto duran las penas, pero tampoco hay que ignorar que algo está pasando en ti. Si has estado triste, date un tiempo contigo, busca la causa, desahógate y pon en marcha tus emociones hacia la sanidad. Céntrate en reconstruir aquello que se dañó. Las penas nos son eternas, cada etapa que termina da comienzo a una nueva.
Espero que veas la película, para que podamos conversar qué te pareció y cuántas lecciones obtuviste de ella.