Hace unos días les contaba sobre mi reencuentro con la bici, vehículo que hasta mi embarazo - a los 20 años - me acompañó fielmente y hoy, pasada la treintena, ha vuelto a conquistarme. Sí, porque tras casi un mes de uso diario, ha vuelto a llevarme al delirio, tal como lo hacía más de una década.
Es tal mi amor por la bicicleta, que cualquier panorama que se me proponga tras la jornada laboral, desluce ante la posibilidad de compartir 40 minutos de viaje con ella. ¡Es lo más! Son momentos conmigo misma, sintiendo el viento en mi cara y disfrutando el delicioso pedaleo, mientras admiro los bonitos paisajes de la ciclovía.
Además de lo placentera de la experiencia de viaje, debo admitir que desde que la ocupo el tiempo de llegada a mi destino es mucho menor. Con su ayuda, me ahorro largos minutos en el paradero, esperando que pase una micro con espacio para mí. Además, mi pantalón acusa que requiere algunos ajustes o el uso urgente de cinturón, así es que ha conseguido lo que ninguna dieta logró: ¡reducir en una talla mis medidas!
Por esta y muchas más razones es que ¡amo la bicicleta!. Si bien es cierto que aún no me manejo con pericia por el mundo biker, ¡voy progresando con asombrosa rapidez!. Ahora, ¡pienso en las bicis todo el tiempo, trazando mentalmente nuevas rutas!. Y he llegado al punto de considerar seriamente reparar la mía - que es viejita - o bien, comprar otra (porque la que utilizo a diario es del Bike Santiago, ¡qué idea más fabulosa!)
Y tú, ¿también adoras esos minutos del día a solas con tu bici?