Lo conocí en un carrete universitario. Mi mejor amigo había terminado una relación larga y necesitaba despejarse, así que me ofrecí como chaperona. Entre bailes y tragos, conocimos a otro par de amigos que estaban en una situación parecida y yo, ni tonta ni perezosa, propuse intercambiar parejas (porque un amigo es sagrado y no se toca, y porque mi amigo es gay).
Al final de la noche, le di mi número al chico en cuestión y a la semana siguiente tuvimos nuestra primera cita. Si soy sincera contigo, a la luz del día y sin alcohol en la sangre, no era tan lindo. Pero sí era muy interesante, y finalmente eso es lo que enamora. Continuamos saliendo algunos meses y yo me sentía de maravilla, hasta que un día me dice “tenemos que hablar”. Respiré hondo y me encomendé a todos los santos.
Pero de nada sirvió. Me dijo que me quería mucho, sin embargo “la universidad y el trabajo no me dejan tiempo para tener una relación seria”. ¡Ouch! Estoy segura que me entenderás si te digo que sentí mi pecho apretarse, como si alguien estrujara mi corazón. Quedé helada y no supe qué decir. Él seguía vomitando excusas que sólo me hacían sentir peor. ¡Si no quieres estar conmigo sólo dilo! ¿No crees? Pero él insistía en que no era eso. Y aquí viene la mejor parte: “quiero que seamos amigos”… ¡Doble ouch!
Fue lo peor que me pudo decir. Sentí que pisoteaba todo mi amor. Entiendo que él pensó que sería un lindo gesto, algo así como “quiero que sepas que mi cariño por ti es real”, pero yo escuché algo así como “no me importas”. Y es que para mí él era mucho más que un amigo, yo quería estar con él. ¿Entonces cómo me dice algo así? Terminamos y no quise saber más de él.
Los años han pasado, las heridas han sanado y aquella frase ya no me asusta tanto. Te confieso que hasta la he usado un par de veces. Creo que la amistad después de una ruptura es posible, siempre y cuando se deje pasar un tiempo y ya no existan resentimientos.
¿Y a ti, te han dicho “seamos amigos”?