Hay rechazos y rechazos. Puede pasar que de vez en cuando escuchemos la excusa del cansancio o de que “estoy muy preocupado por los problemas de la oficina”, porque no siempre tenemos que estar dispuestos (y dispuestas) a tener sexo. Pero hay una delgada línea que cruzamos cuando nos sentimos rechazadas constantemente por nuestras parejas; algo se activa en nosotras y, lamentablemente ya no hay vuelta atrás.
El sexo en una relación puede ser muy significativo y afectarla seriamente si no tomamos cartas en el asunto, de manera sana y equilibrada.
Conversando con mis amigas me doy cuenta de que el principal efecto del rechazo sexual recae en nuestra autoestima y seguridad. Preguntas como ¿por qué me está rechazando? ¿me estará engañando? ¿acaso no le soy atractiva? rondan constantemente hasta llegar a lo inevitable: ya no nos tinca para nada acostarnos con él. La negación fue tanta que nos hicimos presas de las inseguridades, afectando en cómo sentimos y vivimos la sexualidad.
Se nos va el amor, se apaga la llama, ya no es lo mismo o como queramos llamarlo: simplemente nos dejamos llevar por la negativa y el mar de preguntas que nos deja más frías que un témpano. De paso, la situación nos hace buscar lo que se fue en otros lados.
Es por eso que debemos ser bastante claras de hasta dónde podemos soportar y cómo sobrellevar este tema.
La seguridad y confianza en nosotras mismas es algo muy nuestro, que construimos a medida que crecemos y no porque nuestra pareja ya no tenga ganas de intimar, vamos a creer que todo el mundo piensa igual. Así es que te invito a no sentirte culpable ante este tipo de situaciones: cuando algo se va en una relación y no hay modo de recuperarlo, sólo es hora de dar vuelta la página.