Aclaro que no soy tímida, sino introvertida, que no es lo mismo. Lo digo para que no adjudiquen lo que les narraré a algún tipo de fobia social o ser corta de genio level extreme. Lo cierto es que cuando estoy debatiendo sobre alguna idea que me apasiona, las emociones me dominan y termino poniéndome ¡totalmente roja!
La situación expuesta es terrible para mí, ya que soy muy blanca, pero adquiero un color que ya se quisiera un tomate furioso. Las zonas más claras se pintan de fucsia, así es que adivinarán que es bastante notorio. Lo peor es que esta condición no sólo tiñe mis mejillas, sino también el cuello y parte del escote. Durante mis años universitarios, participé en debates y al competir, debía cubrirme con pañoletas o cuellos tortuga.
Para hacer más evidente el rubor, mi voz comienza a temblar, oyéndose débil y quebrada, con lo cual me cuesta dar fuerza a mis potentes ideas. Si bien mi participación en debate me ayudó a controlarme - así como también los talleres de teatro en los cuales me apunté -, aún me sucede ¡y en los momentos menos oportunos!. Afortunadamente, es sólo cuando la emoción - generalmente alegría, entusiasmo o ira - me gobierna, ya que cuando tengo que dialogar sobre asuntos triviales, jamás me sonrojo. Lo que no obsta que esta particularidad me resulte full incómoda y simplemente ¡terrible!
Y ustedes, ¿también sufren los embates del sonrojo?