He tenido este problema desde que tengo memoria. Es como si la sangre, simplemente, no llegara a mis manos. En verano suele ser más llevadero, pero el invierno se ha hecho presente y con él, mi terrible karma: ¡siempre tengo las manos heladas!
¿Y qué es lo terrible de eso, se preguntarán ustedes? Primero, no puedo tener las manos quietas mucho tiempo. Imaginen que están leyendo en el computador, y su mano derecha reposa tranquilamente y largo rato sobre el mouse (o sobre el notebook). De pronto, las puntas de sus dedos comienzan a doler, y cuando se dan cuenta las pobres están completamente entumecidas por el frío. Sí, he probado con guantes, ¡pero es demasiado incómodo escribir con ellos!
Segundo, no puedo tomar la mano de otra persona. No porque no quiera, de hecho, ¡amo caminar de la mano! Es que hay ocasiones en que mis heladas amigas incomodan al otro. Obligada a caminar con las manos en los bolsillos. Tercero, aunque me vista como esquimal, mis manos estarán heladas igual. Insisto: la sangre no llega a ellas. Lo único bueno de este punto es que, si me haces enojar, te castigaré colando mis dedos bajo tu chaqueta. “¡Pero qué helados están!”
Ahora, no puedo negar que tan terrible, no es. Al principio era sin querer, pero con el tiempo descubrí que quejarme de mis heladas manos en las citas generaba una reacción parecida: el chico en cuestión las tomaba entre las suyas para darles un poco de calor. Ojo chicas: funciona el 99,9% de las veces. Y si no, pues mejor se buscan a otro prospecto que conozca algo de romance.
Y ustedes, ¿sufren de esta pequeña cosa terrible?