Eran vacaciones de verano y tenía mucho tiempo libre. Un día particularmente caluroso y aburrido, empecé a navegar por Facebook, revisando perfiles de personas que no conocía. Después de un rato, encontré un perfil que me llamó mucho la atención (como quizás ya adivinaste, se trataba de un chico guapísimo).
Era crespo, con aros y tatuajes. Estaba fumando y tenía esa cara rara pero sexy que ponen los modelos de revista. Decidí arriesgarme y le envié una solicitud de amistad (me sentía aventurera ese verano). Me aceptó al día siguiente y pude “psicopatear” su perfil como corresponde. Revisé todas sus fotos y vaya, ¡estaba tan rico como un plato gigante de papas fritas!)
Me habló por el chat y me preguntó si nos conocíamos de algún lado. Le dije que lo había confundido con alguien más (esta excusa siempre funciona) y que si quería lo eliminaba. Me dijo que no le importaba. ¡Yey! Comenzamos a chatear todos los días y hasta altas horas de la madrugada. Al tiempo, me pidió que pusiéramos la webcam. Me armé de valor, me maquillé bien y acepté. ¡Verlo “en vivo” fue tan emocionante!
Los días pasaron y la relación se puso más juguetona. En un punto sin retorno, decidimos que ya era hora de juntarnos. La primera cita fue en un parque y la segunda en una fiesta con sus amigos. Se nos hizo tarde y me quedé a dormir en su departamento. Lo sé, ¡soy una chica traviesa! Pero como dice mi mejor amiga: “si quieres algo serio, hazlo esperar”. Nos dimos un tierno beso y se fue a dormir al living. En serio, no estoy bromeando. En la mañana me preparó un rico desayuno y después me fui a mi casa.
Gracias al sabio consejo de mi amiga, me he ahorrado muchos malos ratos, y esta vez no fue la excepción. A los pocos días el lindo bombón me dijo que había vuelto con su ex, pero que, si yo quería, nos podíamos seguir viendo. Aunque fue una oferta tentadora, decidí rechazarla. El karma es poderoso, ¡y todo en esta vida se devuelve!
Y tú, ¿has tenido un amor de Facebook?