Al igual que Carolina, no me simpatiza del todo la idea de convertirme en madre otoñal. Ok, ya no lo fui (tengo un hijo preadolescente), pero no sé si repetiría la experiencia una vez que cruce el umbral de los 40. Respeto a quienes sí lo hacen y comparto sus razones: a los 30 - contrario a lo que las novelas pretenden hacernos creer - aún nos encontramos forjando nuestro futuro y ¡queda mucho por hacer!. Nos guste o no, la vida no es sencilla y es difícil dejarla resuelta a los 20 para sólo disfrutar de logros en la treintena. Queremos ofrecer a nuestros hijos un hogar y estabilidad, lo cual está lejos de ser pan comido.
Además, ¡tenemos múltiples proyectos por realizar!: estudios, viajes, desarrollo profesional y una serie de pasos necesarios para “despegar” en la vida. Por lo mismo, entiendo perfecto la decisión de muchas de postergar la maternidad (y yo misma estoy retrasando la llegada de un hermano para mi hijo). Sin embargo, a diferencia de muchas, tengo mi límite preestablecido. Si bien deseo volver a vivir la hermosa experiencia de ser mamá, espero que no sea más allá de los 40. (¡+1 Carolina!).
¿Por qué? Bueno, mis razones son las siguientes:
1. Posibilidad de complicaciones durante el embarazo: Sabemos que la fertilidad tiene fecha de caducidad y - mientras el “fin” se presenta - la materia prima pierde calidad. Sé que mis óvulos de cuarentona no serán los mismos que de veinteañera, tornándose más chúcaros y esquivos. Además, aumenta la probabilidad de concebir a un bebé con malformaciones o problemas de salud, riesgo de parto prematuro e incluso de pérdida (y confieso que esta última probabilidad es mi bestia negra. ¡Me aterra!).
2. Mi hijo estará en la U: Ok, ya tengo un hermoso niño y eso me llena de gozo, diferenciándome también de otros casos. Tengo la ventaja de ser mamá, pero también la responsabilidad de serlo. Y todas sabemos que la U no es barata. El arancel es sólo una cosa; ya que - dependiendo de la disciplina - también hay libros, materiales y fotocopias que costear. Y un bebé también gasta bastante. Las que somos mamás sabemos que el presupuesto de pañales es un “must” mensual (y en los primeros meses, incluso semanal), lo que con la mega responsabilidad de los estudios superiores se convierte en una mochila financiera cotota. ¡Pero aún no pierdo la esperanza de que la educación sea gratuita!
3. Tendré menos paciencia y energía: Tuve a mi bebé a los 21 años y me gustó la relación que formé con él. Juntos saltamos, corremos y gesticulamos más que Maddie Ziegler en los videos de Sia. Sin embargo, no me veo a los 40 años - con un cúmulo de responsabilidades encima y preocupaciones también - siendo la tierna payasita de hasta ahora. Al contrario, temo convertirme en un sargento o una bruja macabra. Está bien ser firme y poner reglas (con mi hijo lo hago si la situación lo exige), pero no quisiera que esa faceta definiera toda mi interacción con él. ¡Y creo que con su hermano probablemente pasaría!. Si a mi falta de paciencia le sumamos el cansancio - cuyos estragos ya siento - ¡peor todavía!
Bueno, esas son mis tres razones “eje” de por qué no deseo ser mamá otoñal. Respeto a quienes toman esa opción, con la paciencia y energía que ésta exige. Pero mi límite son los 38; después de eso, ¡paso!. Además, quiero que mi hijo disfrute de un hermano y no de un pseudo “hijo” que parezca suyo (lo que me convertiría automáticamente en “la abuela” de mi “concho” ante los ojos del mundo). Creo que cada una se visualiza en las distintas edades de X manera, y a los 40, definitivamente, no me veo criando a un bebé. Pero quizás sí a un gatito…
Y ustedes, ¿serían mamás otoñales? ¿Conocen a alguna? ¡Espero ansiosa sus opiniones!