Lo que les voy a contar les va a parecer loquísimo y ¡con justa razón, porque lo es!, pero la verdad es que me acostumbré a dormir (o al menos, inducir el sueño) oyendo el sonido del secador de pelo.
¿Cómo partió esta extraña costumbre? Creo que fue una vez que, a falta de calientacamas y ante el frío imperante, lo dejé puesto un rato para entibiar la pieza. La cálida temperatura que esta idea regaló al ambiente, sumada al sonido del motor del aparato, me relajaron hasta el punto de inducirme el sueño. Obviamente, cuando empecé a divagar entre este mundo y el de Morfeo, apagué el secador, apoyando la cabeza en la almohada.
Desde ahí en más, cada vez que me cuesta conciliar el sueño porque los pensamientos no me dejan en paz, recurro al infalible secador de pelo. Lo pongo un rato a funcionar y ¡zas que me da sueño!. No sé qué clase de brujería es, locura o maña, pero me resulta. Me relajo y viene la calma. ¡Mejor que un somnífero!
Aunque tal vez el origen de esta manía se remonte a cuando era chica, tanto que ni recuerdo. Me han contado que utilizaban este artilugio para calentar mis sábanas o la ropa mientras me cambiaban. Debo haber tenido 1 año. Quizás en algún lugar de mi subconsciente esa información quedó grabada y esa memoria emotiva es lo que me aporta hoy la calma. De todas maneras, no deja de ser extraño. ¿Seré la única loca o hay alguien más a quien le pasa?