Cuando nos enamoramos, la mayoría de nosotras está dispuesta a darlo todo por la relación. Fue así como, inmersa en un pololeo de años, decidí dejar mi trabajo, mi vida y partir a otra ciudad para acompañar en su sueño a mi gran amor.
Mi pololo era muy aventurero; amaba viajar y deseaba vivir en otra ciudad. Fue entonces que le surgió la oportunidad de irse por unos meses a Brasil, específicamente a Río de Janeiro. Me planteó que necesitaba tomar este trabajo y que lo haría muy feliz si apoyaba su decisión. En ese entonces yo tenía un buen empleo y estaba conforme con lo que hacía, pero a su vez estaba tan enamorada que tampoco quería perderlo.
Fue así que, después de darle una y mil vueltas al asunto, decidí que iría tras él. El partió en julio y yo lo alcance en agosto, ya que antes debí finiquitar mi asunto laboral. Además, así él tendría tiempo de encontrar un lugar adecuado para comenzar nuestra nueva vida. Los 30 días pasaron volando, así que en un abrir y cerrar de ojos, yo estaba viviendo en el país de las caipiriñas y de las fiestas todo el año.
Desde que decidí dejar atrás Chile, tuve claro que no trabajaría en mi profesión y estuve dispuesta a aceptar una vacante en un restaurant a la orilla del mar. Los primeros meses fueron fantásticos, ya que estabamos bien económicamente y nuestra felicidad parecía crecer cada vez más. Pero a la vez, yo extrañaba mucho a mi familia, mi antiguo trabajo y más que todo, mi profesión.
Por otro lado, yo veía a mi pololo feliz y haciendo planes de la próxima ciudad donde quería ir a vivir, porque para él Brasil sólo era la primera parada y el gran salto sería a un país europeo. Escuchaba sus proyectos y aunque intentaba sonreír, claramente éstos eran "sus sueños" y no los míos. Fue esto, sumado a los problemas de pareja que comenzamos a tener, lo que un día me llevó a decidir regresar con mi familia y poner fin a la relación.
No diré que fue tiempo perdido; por el contrario, fue una gran experiencia de vida. Pero el tema fue que "no eran mis sueños": yo no quería estar alejada de mis seres queridos por tanto tiempo. Mi consejo aquí es nunca olvidar lo que una realmente quiere y necesita, en aras de complacer y hacer feliz a la pareja. Cuando se presentan diferencias en los proyectos de cada uno, lo mejor es detenerse y priorizar siempre los propios. A veces hay que ser un poco egoísta, para no lamentar más tarde que no viviste como querías.
Yo lo dejé todo por ir tras un amor; aprendí a vivir en una ciudad nueva y me di cuenta que si no sonríes cuando todo se supone perfecto, es porque realmente no eres feliz y lo que estás viviendo no son tus sueños.
Y ustedes, ¿han dejado todo lo que "las mueve" para seguir a un amor?