Con los años, he adquirido nuevas lecciones que me sorprenden e increíblemente, ¡me acomodan!. Una de ellas, la cual atesoro, es que en redes sociales menos siempre es más. ¡Todo el rato!... o al menos, en lo que respecta a lo de carácter personal.
Recuerdo que cuando recién debutó Facebook, solía publicar en esta red cuanta cosa cruzaba por mi cabeza, sin filtro. Para más, el recuadro de bienvenida siempre me preguntaba “¿Qué estás pensando?” y yo, cordialmente, tenía que responderle. Dedicaba un par de horas a enviar a todas mis amistades aquellos odiosos “regalos” que provee la plataforma, que constaban en flores virtuales e ¡incluso cantantes fallecidos!. Contesté cada test que pasó ante mis ojos; ¡incluso averigué qué televisor sería! Y regalé generosamente vidas de los juegos top del momento.
El amor no estaba exento de mi obsesión por la más indiscreta de las redes. Declaré mis sentimientos hacia mi pololo de las formas más gráficas posibles; compartí nuestras fotos y canciones, el detalle del tiempo que llevábamos juntos y un sinfín de etcéteras. Además, le dedicaba un “te amo” religiosamente todas las noches.
Con los años y tras leer cientos de edulcorados manifiestos amorosos, concluí que se trata de información que a nadie más le importa (aparte de los involucrados, claro). Medité mucho sobre el tema y casi como una epifanía, llegué a la conclusión de que los sentimientos que me inspira el hombre que amo son míos y suyos. Puedo susurrárselos sensualmente al oído, pero ¿cuál es la utilidad de gritarlo a los 4 vientos? ¿Mostrar mi felicidad al mundo entero, como en una especie de cyber-farándula? ¿Por qué, si cuando empezamos estábamos solos y no con nuestros cientos de contactos mirando?
Hoy, no sólo interioricé este aprendizaje, sino que también se volvió maña. En la gestión de mis redes sociales, comento actualidad, televisión, temas triviales o la contingencia. Jamás expongo mi privacidad ante mis contactos, porque la reservo sólo para mí. Me parece más elegante e inteligente, aparte de menos peligroso. No significa que no me agrade encontrar un “te amo” de vez en cuando o alguna bonita sorpresa gráfica. Pero que se trate de una cosa excepcional, hace más especiales aquellos detalles. Como dije, en redes sociales (y muchas otras cosas), “menos siempre es más”.